Acerca del Quijote.

Cuando Thays anunció que el libro era Don Quijote, y a medida que el programa se desarrollaba, inconscientemente recordé el día en que mi madre me obligó a limpiar ese montón de cosas que andaban bajo la escalera. Acepté el hecho a regañadientes; hurgar en ese desorden me parecía aburrido y hasta fastidioso, pero finalmente –bajo amenaza de no salir por la tarde- me dispuse a realizar la faena esta.
Fue entonces cuando ya ensuciado de polvo, con los cabellos revueltos y sudando harto por el intenso sol de aquella mañana, encontré entre ediciones de Corin Tellado, historietas y todas esas revistas viejísimas que pertenecieron a mi abuela, un ejemplar de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha.
Recuerdo que para ese entonces, yo ya había leído algo sobre un viejo loco que creía que unos molinos de viento eran inmensos gigantes; pero no sabría, sino hasta después, que ese libro -al cual le faltaban muchas hojas, todo manchado y despastado- era dueño de aquel pasaje.
Luego, cuando terminó el programa, me dispuse a revisar aquella “colección” de antaño para escoger el capítulo sobre el cual escribiría. Seguía igual, con esa portada desteñida en la cual se veía a un viejo barbón de medida delgada, contrapuesta a un gordito de aspecto bonachón. Abrí el libro y recordé disgustado que a este le faltaban cerca de cincuenta páginas. Entonces traté de buscar aquel capítulo que un profesor había leído hace poco tiempo, hablaba -más o menos- del momento en que el Quijote era armado caballero por un tabernero: no lo encontré, creo que se encontraban en esas cincuenta páginas.
Traté entonces de recordar los capítulos que me habían contado o que en muy reducidas adaptaciones había leído del Quijote, la mayoría de ellos se remitían a la ya trillada historia de los molinos de viento que los textos escolares cuentan y recuentan… ¿Es que no hay otra?
No obstante, me acordé también del capítulo en que al propio Quijote le llegan las noticias de que andaban en libros sus últimas experiencias, a este le resulta en un principio de agrado que “Un sabio encantador escriba las hazañas de un valeroso caballero” –mas o menos decía así-, para después, al enterase de que es un moro -un tal Cide Hamete Benegeli- desconfiar de él, enviando a Sancho en búsqueda del bachiller Sansón Carrasco para que hable más acerca de este libro publicado.
Por supuesto que este pasaje si está en el libro que encontré aquella mañana y que hoy he vuelto a revisar. Es el capítulo segundo, del segundo libro y lleva por titulo –uno errado a mi parecer, ya que ese no es el hecho de principal importancia, creo yo-: “Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sucesos graciosos”
Finalmente me abstendré a decir –mejor dicho a escribir- que me sorprendo en demasía al asimilar, leer y tratar de comprender la importancia y trascendencia del Quijote y la maravilla con que Cervantes es considerado uno de los mejores –o quizás- el mejor escritor de todos los tiempos.

2007

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