Después de irme de tu casa, fumé un cigarro -se ha vuelto una terrible costumbre nocturna-, felizmente nadie me quito nada en el camino, nadie me asaltó artificiosamente, nadie me pidió nada. Pero tú si me has robado algo, no sé si el corazón, no sé si el recuerdo, creo que me acabas de quitar algo así como la virginidad sentimental.
Yo no pretendo robarte los principios, no quiero acabar con tus preceptos de mujer sincera y agradable; sólo intento darte un poco de mis ganas de vivir, de caminar y de fumar la vida. Deseo verte como mujer libre, libre de todas las penas, de la misma verdad. Libre de ti y de mí.
Quiero consumir tus deseos carnales, tus labios y tus intrigas, tus angustias, las lágrimas que algún estúpido provocó, los encantamientos típicos de la religión. Déjame descubrir los montes de tu mapa, la concupiscencia secreta de tu alma, quiero que tus brazos sean mis alas; tus pensamientos, mis motivos de poesía. Permíteme moldearte al estilo propio de quienes no saben nada en especial, de quienes intentamos vivir, de quienes compartimos sueños imposibles, dichas inexistentes, llantos cuestionables, andares cobardes. Quiero que me nutras de ti.
Te quiero salvar de tu desnudez en pleno centro de la soledad, me quiero salvar haciendo revolución desde tu cuerpo de cristal.
Ayúdame a dejar de cojear, a conseguir comida existencial; apóyame en mis conjeturas tontas, en mis divagaciones banales, en mis poemas sin sentido. A cambio yo te prometo la mismísima divinidad -aunque tú ya no la necesites-. Te prometo las ganas de gozar de mis manos, de mis ojos, de mis delirios. Necesito de la eternidad de tus palmas, de la real práctica de tus caricias, tus acordes cotidianos de musa inspiradora. Creo en tu vida descomplicada, creo en tus azares novedosos, creo en tu tecnología insípida. Creo en ti.
Vamos a andar, dejando las trampas, olvidándonos de las leyes que encarnan nuestros cuerpos, diciéndonos todo lo que sintamos, sin temer por el ayer y recordando constantemente la interacción infinita de nuestras pieles, de nuestras miradas, de nuestros ser.
Unámonos en un sólo cuerpo, sin contener las ganas de poseernos, pongámonos la desnuda violencia que recatamos, la sincera interrogante humana que promueve nuestro cambio, batallemos contra la indiferencia sentimental de aquellos que se olvidaron de amar, de aquellos que no recuerdan el éxtasis de vivir enamorados.
Simplemente te propongo que nos amemos, que comamos de este buen plato llamado amor.