A la inmencionable...

¿Cómo no mencionarte?
¿Cómo no tenerte en cuenta?
¿Cómo dejar de lado tu nombre?


Yo recuerdo que en algún arcaico sacrilegio nocturno -cuando un extraño y antiguo lamento de jóvenes- una mujer confió sus pasiones, sus misterios, su pureza mental a un ser como yo.
No recuerdo exactamente la nobleza del acto, mi mente es humana y es lamentable que –como ya antes ha dicho el visionario- lo más terrible se aprenda enseguida y lo hermoso nos cueste la vida. No sé si fue un acto íntegro, si abarcó toda una época o si sirvió de algo. Sólo creo saber –entre nebulosas que opacan lo nimio del conocimiento aprendido y robado- que una canción cantó el dilema de amores teatrales, amistades con abrazos y decepciones manipulatorias.
El atardecer se nos pasaba rápidamente, entre sueños de escritura, letras y cafés; entre dedicatorias primerizas, malas construcciones de personajes y lógica mal enseñada. Una canción de un trovador ajeno, me parece recordar instancias de conato. Una guitarra de un amigo del pasado, ahora me inmortaliza una fiebre de revolución. Un poema sobre ángeles caídos, me presenta -nuevamente- una corrección mental, social, personal.
Como tu lista –curiosa lista- de pecados capitales, como tus abrazos sinceros, como tus engreimientos de niña inmadura, como tus dependencias emotivas, como tus concejos reconfortantes, como tu sinsabor del engaño, como tus confidencias indiscretas.
Como mis manipulantes deseos, como mis dedicatorias inútiles, como mis espacios de desarrollo en los que jamás creíste, como mis manos pecaminosas, como mi lengua indiscreta, como mi pensamiento malformado.
No te olvides que aún hace falta tiempo, no te olvides que me debes un ayer, no te olvides que una conversación nunca se acaba contigo, que un abrazo nunca es suficiente, que una sonrisa nunca es patética.
Olvídate sí, de esas mentiras sin significado, de estos escritos baratos, de esas cartas ya rotas, de esos cuentos, de esas canciones. Olvídate de Benedetti, de Silvio, del teatro, de la guitarra, de la dedicatoria, de la noche frente a una iglesia vieja, de la noche frente a un mar desolado, de mis ganas de escribirte, de tus ganas de contestarme.
Ya no nombres el pasado, nombra lo risible del presente, lo irónico que puede ser esta vida, lo curioso que es el enamoramiento, lo excitante que es actuar, lo vivificante del reír, lo diabólico de sentirse sólo desde niños.
Ten en cuenta que aunque no mencione tu nombre, en mis escritos, en mis excritos, estarás mencionada tácitamente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es tanto lo que se puede escribir y tanto lo que recorre el pensamiento, que cuando presta estoy a hacerlo descubro que nada tiene sentido, que no hay formas correctas o que no las conozco.
que me agrada tu expresión es claro pero quien eres, no te conozco, y yo ¿yo? tampoco lo hago.
Entonces pienso en lo que quiero y descubro el miedo, ese que siempre acompaña a los seres cuando cierran las ojos, aunque sea solo un segundo en el dia. Y es ese que me dice que si nada comienza, nada termina. A falta de consejo distinto en el que pueda confiar decido callar,aceptar el silencio.
Pero por favor cuentame un cuento.
Te prometo el intento de soñar.
de hacer que todo sea ilusión, no es mejor?

Anónimo dijo...

Mencionarlas tácitamente...