Una confusión cotidiana.

A propósito del genial Kafka, y del último librillo que le compré al magnate Ciro -ese que vende los libros más caros de San Marcos, pero que sin embargo siempre termino comprándole algo-este cuento. Para resumir en pocas palabras, es una belleza de la literatura: el manejo de los tiempos, la forma en que los personajes (rotulados en simples grafías, cual problema aritmético) se involucran, o más bien la enigmática y curiosa forma en que no lo hacen.
Les dejo este relato para que -al igual que yo- disfruten de este escritor, quién en sus últimos momentos, incomprensible y terriblemente, pidió a su amigo -Max Brod- que quemara todos sus escritos. Felizmente, este no lo hizo...



Un problema cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que concretar un negocio importante con B en H, se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y en su hogar se enorgullece de esa velocidad. Al día siguiente vuelve a H, esa vez para cerrar el negocio. Ya que probablemente eso le insumirá muchas horas. A sale temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Lo hace al atardecer, rendido. Le comunicaron que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado por el camino. Le aconsejan que aguarde. A, sin embargo, impaciente por la concreción del negocio, se va inmediatamente y retorna a su casa
Esta vez, sin prestar mayor atención, hace el viaje en un rato. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir en seguida
Pese a esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Ya había preguntado muchas veces si no había regresado todavía, pero continuaba aguardando aún en el cuarto de A. Contento de poder encontrarse con B y explicarle lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar, tropieza, se tuerce un tobillo y a punto de perder el conocimiento, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez ya muy lejos, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y desaparece para siempre.

1 comentarios:

Gustavo Ochoa Morán dijo...

Qué decir... hiperbólicamente grandioso (por decir menos).
Arriba K*