¿Qué hace falta para se me entienda?




Siento una extraña sensación de malestar que corroe mis públicas verdades; no quiero obstruirte ni impedirte nada, pero quiero que tú tampoco inhibas esa sensación de creación que siento al oler tus cabellos. Hoy me siento mal y no comprendo el para qué.

Tal vez sea un delirante divagador, a lo mejor será que otra vez he perdido la brújula de esta expedición, probablemente ya han empezado a notarse mis resquebrajadas falencias, mis añejos sentimientos, mis antiguas manos de curador innoble.

Odio, rencor, cual cólera homérica; pasión, descontrol, lanzamientos inequívocos que me pudren las caricias, que me matan los placeres, que me trastornan la lucidez… ¿Esto es libertad? ¿Este aletargamiento es creación? ¿Se puede creer que la noche se nos vuelve día con sólo imaginar?

¿Qué pretenderé ahora? ¿Qué hago con el aburrimiento? ¿Y el lugar que interpreté la otra noche? ¿Y las caricias nocturnas de cierta fémina del pasado? ¿Y las huellas en el pantalón? ¿Y la lengua, los labios, los senos, las costillas, la oscuridad, la belleza?

Tal vez sea mejor equivocarme otra vez… o tal vez no.

2 comentarios:

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

No extrañe tanto, señor.

Gabriela Parra dijo...

Un abrazo desde lejos...

por desgracia el pasado es lo que nos mantiene vivos...

al menos a los que de alguna u otra forma escribimos.

Estamos bajo la misma luna mi estimado...