A la que rotula igual que la segunda ciudad más importante del milenario Egipto...

A veces sucede que las palabras sobran: el silencio no me moleta y a ti tampoco. A veces sucede que las manos miran, huelen y hasta enardecen extrañas sensaciones en nuestra poluta lengua. Sucede raras veces, pero termina sucediendo, que una música intraducible se ve purificada por ese fétido olor de carne descompuesta que emitimos, olor que hace a nuestra alma prisionera presta a escaparse de este cuerpo en descomposición.

Libérate. Que nadie te robe el tiempo en que solías dibujar extraños, hermosos y atrayentes bocetos de vida. Toca. Que nadie profane tus estrellas que tanto trabajo costaron encender. Escucha. Somos una masa que te llama a la batalla, somos todos los que gritamos tu nombre de humedad al amanecer. Siembra. No está permitid caer, te presto mi hombro, mi brazo y mis vellos para que puedas sujetarte.

Ya no basta con inventar tus ojos, ya no basta con hacerlos vivir. “Tus ojos abiertos son tu historia, van solos contando mil cosas de ti”.
Tú tienes flores, así que no necesitas sembrar más en ti, sólo hace falta un poco de gana, de estilo, un limpio pincel que diseñe tus formas, tus esencias. No dejes que nadie más que tú riegue tu jardín, que nadie más que tú abone tus sueños, que nadie más que tú pode tus tormentos.

A veces Paula, hace falta liberarnos de ese no sé qué.

2 comentarios:

Huber Gonzalo Cieza Bazán dijo...

Cierto!

Paula dijo...

Recordaste mi apellido egipcio, gracias Oswaldo, aun se que debo liberarme. Gracias, por todo. Un beso