Me levanto temprano, fresco y curado, claro y feliz…

Cuántos correos electrónicos sin revisar en la bandeja de entrada: comentarios, cadenas, alguna carta extraviada entre tanta basura cibernética. Seguro existirá ahí ese escrito que pudo aclarar mejor las cosas, pero que nunca leí. También estarán las felicitaciones por el cumpleaños, las postales navideñas, las advertencias y hasta una amenaza que preferí no leer (sólo el título era atemorizante).

En fin, hoy he intentado borrar, descartar, eliminar, suprimir, desechar… y no he podido. Esas viejas postales –ya vencidas en su mayoría-, tus viejos escritos de amor, mis poemoides reenviados y esas cadenas tontas que devolví, se mezclan con los recuerdos y sentimientos olvidados.

Examino aquél mensaje que estuvimos mandándonos y remandándonos más de veinte veces, aquellos poemas y crónicas que envié para su análisis -nunca respondieron­­­-, mis insinuantes comentarios, las frases y las afiliaciones cibernéticas a determinada página que nunca más revisé.

Cuánto de esto he olvidado, cuánto he evitado, cuánto he ignorado.

Lo borraré todo.

Navidad ¿feliz?

Un chocolate hirviendo que no aplacará en nada el calor que poseo, mientras unas tías gordísimas intentarán hacerme bailar un provocador –y rápido- merengue que mis pies no lograrán acompasar. Un vino de buen precio que hará aflorar el nimio recuerdo de aquel rancio y avinagrado licor sanmarquino.

Y la cena me embriagará, el bullicio logrará sofocar las ansias de leer. Las mil y una noches me desvelarán y recordaré lo que te prometí alguna vez.

Un abrazo, un beso, un saludo navideño. Una copa, un brindis, un sentimiento de soledad. Acabo de ojear a la niña que ha dejado de ser niña. Acabo de reventar esa puta sarta que me quemó el anular.

Navidad, navidad… que perversa forma de engañar, de satirizar a un pobre niño que remotamente nació sin saber para qué o por qué.

NAVIDAD. Y los artificios reventados en el cielo, con la cajetilla vacía, con el sabor amargo de la cerveza, con la camisa desaforada, impregnada de ese tibio olorcillo a pólvora.

Navidad, já.

A filosofofo

Descuida, ya te encontrarás a algún ángel que ha de iluminar tu andar.

Tranquiliza la angustia, lo pesado de una agonía es más liviana cuando miras hacia la luna.

Descubre tus manos amigo mío, construye en ellas y por ellas. Edifica tus mundos agnósticos que paralizan esfinges misteriosas.

No llores por mujeres con sombreros que te ahorcan el amar. Agrieta el miedo, explota las miserias, radicaliza tus encantos de hombre seductor de ideales. Conjuga en futuro.

Vuélvete el dulce y amistoso niño que critica mi falso andar. Reserva esas miradas incendiarias para aquella que te negó la dinamita afectiva, el orgasmo intelectual, los cariños masturbatorios del rojo atardecer.

Revisa tus libros sobre ética, pide nuevamente el dinero prestado, llora en el hombro de ella, persíguela aún, reclama por los caídos y por los que iremos a caer.

Escribe tus paradojas, canta tus sinfonías afónicas, filosonsea, estupidiza al sabio, corrompe al honesto y al malo, descúbrete, libera: existe.

Vivir engañado

En la despedida, el buen Darío suele despedirse con un "ve con Dios". Yo, que no dejo pasar la oportunidad de manifestar el renaciente y efervescente agnosticismo que me embarga por estos tiempos, le recuerdo: "Pero.. si dios no existe".
Él, muchacho bastante listo según lo que mecuentan, me responde: "Justamente por ello, ve con él".



A propósito de su inexistencia.

***

En la penumbra, solo se oyen los murmullos del nocturno y cotidiano rezo. Un padrenuestro calmará las recriminaciones hechas en la jornada que se acaba: descuidos verbales, pensamientos indebidos, maldiciones y agitaciones impropias de un hombre al que las siempre perversas y cercanas tentaciones lo atormentan.

Así aliviará el ánimo. Recordará las buenas acciones y agradecerá las situaciones vividas. Todo con la finalidad de tener en paz el alma, de limpiar la asquerosa mácula con que se recubre el espíritu en su habitual desenvolvimiento humano.

Sólo así podrá dormir tranquila y profundamente. Creyendo que su dios lo ha entendido -y por ende, perdonado-, pensando que la omnipotencia de su creador ha de protegerlo de cualquier mal, idealizando una falsa satisfacción que su todopoderoso ha de sentir por él.

Vivirá engañado.

. . .

De espaldas a la noche.
Pensando en el incierto futuro.
¿Mis ruinas se volverán a reconstruir?

Tu mirada me impide mentirte

Razonamiento absurdo


¿Cuántas veces al caérsete una moneda al suelo, ésta ha caído verticalmente, erecta, rígida al suelo, sin hacer esa inconfundible espiral que te lleva a mover la cabeza, sin emitir ese tintineo estridente?

¿Cuántas veces la moneda, al desprenderse de tus manos, ha dado un largo e interminable viaje, circularmente imperecedero?

¿Cuántas veces la moneda sorteada en el piso te ha hecho seguirla y alcanzarla?


Bastante
peculiar
la
manera
en
que
los
objetos
van
cobrando
vida

Sobre la extraña escritura

Cuando los hombres dejen de escribir se ha de acabar la historia; para ese entonces tendremos que guardar nuestros lápices digitales y soñar con manuscritos memoriales.

Empuñaremos carbones y regresaremos a nuestra edad de piedra; solidificaremos la ignorancia de nuestros padres, nos guareceremos del aire.

Cuando el hombre deje de escribir se terminarán los sueños, las canciones, pero no los poemas.
Ya no importará digitar, teclear o pensar que existe lectura.

Cuando los hombres dejemos de escribir, ya no seremos hombres...

A L.

Te volveré a besar los labios?
He de saborear tu dulce e inestable fragancia?
Recorrerán nuevamente nuestras manos, los sinuosos pasajes que presenta el amor?
Hemos de contemplar la noche?
Olvidaremos el pasado?
Lloraré en tu hombro?
Me derretiré por tus manos?
Lo intentaremos de nuevo?

mujer/hombre/mujer







MUJER, aletargada puta del mañana;

insaciable hembra del suicidio,

¿Inestable será tu delirio?


*



HOMBRE, dulce hombre de vaivén;

dulce escoria del ayer,

dime que camino he de recorrer.



IMPOSIBLENCUENTRO

Este excrito se me ocurrió cuando conversaba con César A. Chumbiauca (http://vagoletrado.blogspot.com) sobre las vicisitudes que se presentan cuando se desea entablar una conversación con determinada fémina que a uno le agrada. Son pues estos párrafos, propios de César, a quién prometí dedicar este excrito que parodia algún encuentro que intenté tener por ahí.


***


Digamos que en esta última semana he estudiado más que en todo el semestre, y aunque este ciclo ha estado cargado de malos catedráticos, que no inspiran ni medio placer intelectual en uno –de esos que te dictan directamente del libro, desfasados de la actualización cognitiva e improvisando sus clases-; hay que admitir que este ha sido mi ciclo de desbando, uno en el cual solo ingresaba a firmar y a cotejar la vergonzosa cátedra de mis maestros, para luego retirarme a leer feliz un pasaje seudoliterario.

En fin, me encontraba yo en la pequeña, reducida, sobria, comprimida y apretujada biblioteca de Letras –“la ratonera” como diría una intensa y apasionada cercana mía-, tratando de entender las dificultades presentadas por el buen Villena y sus problemas de deducción natural en lógica predicativa de primer orden (para aquellos que entienden, me encontraba en los intercambios de cuantificadores; para aquellos que no, no se preocupen en entender); me encontraba pues estudiando y tratando de entender en una noche aquello que se enseñó en todo un ciclo, cuando me percaté de cierta presencia que me observaba. Es curioso saber que uno se siente observado o mirado por alguien, pero se siente, misteriosamente nos damos cuenta que estamos siendo fijados por alguna presencia, por alguna persona.

Era ella, la misma mujer que hace un par de semanas vislumbré con cierta emoción de saber que leía a Borges y su Historia universal de la infamia, entonces sentí cierto recelo de acercarme a preguntarle por el texto, por su autor, por sus gustos y por toda esa parafernalia comunicativa que uno emplea para hacerse conocido, para obtener cierto messenger o determinado número que más tarde te llevaran por caminos nuevos y oscuras rutas que establecerán los designios propios de un amor nocturno o de una repulsión matinal, teniendo también en cuenta la posible resultante de terminar en una amistad vespertina.

No hice nada aquella tarde, solo me limité a contemplarla desde la otra banca del pasillo. Nos miramos un par de veces, con temor, con recelo, ella con cierta –y justificada- desconfianza por un sombrío muchacho de barbas largas y cabello desgreñado, con aires de fumón al paso; y yo desconfiado de que ella desconfiara de mi aspecto. Jugueteamos con la vista y en más de una ocasión ella emitió alguna sonrisa que en mí despertó algunas ovaciones, y por qué no, también algunas inseguridades: tal vez ella se burlaba de mí, espero que no.

Esta vez sería diferente, tan solo unos metros me apartaban de ella; y creí reconocer en su rostro esa mirada de interés que las féminas de dulce rostro, movimiento sigiloso y andar peculiar como ella, emiten. La lógica se me tornó aburrida, el lápiz se gastó, el borrador terminó opacándose. Las hojas de resolución se acabaron y enigmáticamente ella se levantó rumbo a la puerta de la biblioteca, dirigiéndose al patio de Letras… genial, la ocasión se había presentado.

Salí disparado, con el corazón palpitante, con la emoción apoderada de mis manos abrí la puerta, creo que muchos terminaron insultándome cuando la tiré tras de mí… en todo caso, dispénsenme esta alegría.

Grande fue mi sorpresa cuando no sabía donde estaba, maldición, estas cosas se me perdió… busqué por el segundo piso, por el tercero (allí encontré a algunos conocidos en pleno intercambio salival) y cuando me resignaba a creer que se había retirado, extraviado, la encontré: salía de los deteriorados baños de nuestra ilustre Facultad. Me puse firme, aspiré hondo y me encaminé a interceptarla, a concluir lo que la otra vez dejé a medias, total, nada perdía. Pero terminé siendo interceptado por la compañera de estrellitas en el cabello que me reclamaba mi ausencia en cierta reunión, traté de soltarme, de decirle que ya iba a ir, que ya participaría activamente, pero ella insistió e insistió (hay que reconocer el tesón con que entabla una disputa la compañera). Y ella pasó de largo, con una mirada que abatía, como diciendo: imbécil, perdiste la oportunidad.

Regresé ofuscado a la biblioteca, se había perdido la situación más conveniente para hablar. Pero ella seguía estudiando, leyendo separatas, así que decidí esperar otra fugaz e inesperada oportunidad que nos regala este incierto sino.

Una hora y media después seguía allí, impávida, inquebrantable ante las miradas fugaces que compartíamos, yo me encontraba desesperado y algo atormentado por la posibilidad de que la ocasión nunca se presentara. Para aliviar la impaciencia decidí continuar con mi odisea lógica, poco a poco me fui sumergiendo en ese mundo extraño de la interpretación lógico-deductivo, y descubrí –bastante sorprendido- cierto placer en resolver aquellos ejercicios de razonamiento y deducción matemáticos. Incluso llegué a comparar tal afección sentida, con la que se me presenta por determinada novela o cuento. Cosas mías. El punto es que cuando descansé la vista y el pensamiento, y me incliné para mirar a la musa que estaba despertando en mí tantas pasiones, ella ya no estaba. Ni siquiera sus cosas seguían allí, se había ido.

Encabronado por las jugarretas de esta irónica, cachacienta, cáustica, satírica, virulenta y venenosa situación; salí rápidamente del recinto comprimido. La busqué por el patio, por los jardines, en la fotocopiadora y en las bancas, regresé a los baños, fui al segundo piso, al tercero (a esa hora ya no sólo se intercambiaban líquidos salivales) y no estaba, no aparecía… mierda ¿Dónde se había metido?

Salí de la facultad a comprar un par de cigarrillos que ayudarán a resignarme. La noche, una fina garúa que humedecía mis párpados y las personas que van u viene, sin mirar, sin hablar. Una pareja en la esquina abrazándose, un grupo de jóvenes que juegan el póquer. Enciendo el Hamilton mentolado y la vislumbro. Es ella, con su bolso marrón, el cabello mojado, tocándose las manos y enrumbándose a la puerta de salida, a la calle.

Más calmado me acerco, camino por detrás suyo, me aproximo a su lado y por un par de segundos andamos juntos; estoy listo a iniciar la conversa, el diálogo, el tan esperado encuentro que han provocado las miradas y esas medias-sonrisas que emitimos, y que ahora hacen inminente nuestra cercanía.

Y suena su celular, creo distinguir a Mozart distorsionado por la tecnología. Ella me mira –hay que recordar que estamos caminando cerca- y contesta junto a mí: << ¡Aló!, ¿mi amor?>>. Está de más transcribir lo que sigue en este diálogo; yo dejé de andar a su paso, caminé más lento, ella siguió de frente, conversando con su amor.

Y con la esperanza destrozada, con harta rabia por lo tragicómico de la circunstancia, me retiro, enciendo un cigarrillo. Me voy a seguir estudiando lógica.



NUNCA quedas mal con nadie

Cuando aún estaba en la secundaria, cuando ya empezaba a mostrar cierto carácter rebeldón y cuando aún no me enviciaba con Rodríguez, yo era un muchacho intranquilo. Por aquellos tiempos cantaba a Enanitos Verdes, Ruben Blades y Los Prisioneros; todavía no descubría a Guayasamín, a Sosa, ni a Brecth; mis pasatiempos consistían en ir al teatro (donde me encontraba en constantes disputas y molestías emcionales) y afiliarme a algún tipo de chica que conociera por allí.

En fin, por aquellos años, Andrea -la terrible, irreverente, farsesca y anárquica Andrea- me dedicó un canción, esta que acontinuación se las presento.

No sé por qué, pero hoy más que nunca me siento así...



Nunca Quedas Mal Con Nadie
Los Prisioneros


Dime... tu te crees que protestas
Dime... me aseguras que protestas
Dime... tu te crees un rebelde o algo así.

Oye... tu te quejas de la polución
Hablas... sobre la automatización
Dime... tu te crees un juglar moderno o algo así.

Defiendes a la humanidad
Lloras porque el mundo esta muy mal
Criticas a la sociedad
Dices tu que todo debería cambiar
En el escenario folkorizas tu voz,
Muera la ciudad y su contaminación
Con tus lindas melodías,
Y romántica simpatía,
Nunca quedas mal con nadie.

Oye... tu me dices que protestas
Pero... tu postura no molesta
Dime... si tu fin es algo atacar o ganar aplausos.

Tu te quejas de las bombas
Hablas que el planeta se va a acabar
Pero nunca das un nombre,
Tienes miedo a quedar con alguien mal
En las peñas facultades y en la televisión,
Junto a los altezas y conscientes snob
Te crees revolucionario y acusativo,
Pero nunca quedas mal con nadie.

Nunca quedas mal, quedas mal, con nadie
Nunca quedas mal, quedas mal, con nadie

Me aburrió tu postura intelectual
Eres una mala copia de un gringo hippie.
Tu guitarra oye imbécil barbón!
Se vendió al aplauso de los cursis conscientes.
Contradices toda tu protesta famosa
Con tus armonías rebuscadas y hermosas.
Eres un artista, y no un guerrillero,
Pretendes pelear...
Y solo eres un mierda buena onda.

Nunca quedas mal, quedas mal, con nadie
Nunca quedas mal, quedas mal, con nadie

Cómete tu miedo a la bomba de neutrones
Quédate tu poesía y con tus razones.
Córtala con la selva de cemento,
No aguanto tus artísticos lamentos.
Tu bolsito y tu poncho artesanal
Tu postura cursi me cae muy mal
Tu protesta me da igual
Porque nunca quedas mal con nadie


Después de eso, aprendí a quedar mal con todos.