Carta a la que manifestando su ingenua indiferencia agrava la llaga que llevo.

Caminar las quince cuadras que se interponen entre tu casa y la mía se vuelve eterno.

¿Qué es lo que nos desata esta noche?

Penetraciones imposibles, indiferencias explícitas, ingenuidad común.

No logro entender, tal vez no quiera hacerlo; pero sucede que hoy se ha sentido esa furia, con rabia he vislumbrado el movimiento de tus caderas, con celos te he besado…

Y ni un maldito cigarrillo en tanta soledad. Y ni una sola pregunta de cómo estás, de cómo te va, de si estás bien…

Tal vez este sea un nuevo intento por abrir mi caja de artimañas y manipular tus deseos, tal vez intente nuevamente aprovecharme de tus pensamientos, de tu ternura, de tu inconstante niñez que odio.

Mujer… si tan solo hubieras entendido lo que me pasa a mí esta noche, si tan solo hubieras virado tu rostro hacia mí, si tan solo hubieras proclamado los anónimos TE QUIERO que manifestabas a voz baja la otra noche.

Me fui, no porque no lo soportara –para mí es un imbécil que trata de re-caerte en simpatía aprovechándose de tu ingenuidad de joven con taras de adolescente-, ni siquiera me largué del lugar por aburrimiento (estaba encantado con tu blusa lila, con la fisonomía de tus senos que pegabas junto a mí en el único baile que importó, con las manos moviéndose al compás de cierta música pegajosa: yo solo fui a verte bailar).

Me fui porque no entendía lo que sentía; te odiaba, es cierto, y aún me causa rabia el saber que eres la única incauta que abre sus puertas a quienes traicionaron (o tal vez no lo hicieron y todo es una fabulación mía ¿o tuya?). Me fui porque hoy tenía ganas de abrazarte como anoche, de volver a sentir tu piel entre mis muslos, de rozar eso, esto y aquello nuevamente… Me fui porque tu distancia fue explícita, porque tus decisiones son hirientes, porque no logras entender las llama que salen de mis manos, el agua que brota de mi vista, la sangre que emana en mi nariz apenas esta se percata de ti.

Pero te quiero, y no sé por qué. No logro entender esta dulzura que se posa en mis brazos; no logro entender la dureza que se produce entre las piernas con solo verte; no logro entenderte, no logro entenderme.

Pero te quiero… y no sé para qué. Te quiero, pero no quiero verte, no quiero que timbres, que llames, que mandes los mensajes, no quiero que comentes este escrito que redacto malhumorado, triste, desilusionado.