Recuerdo claramente como solía hostigarme con ese tonto juego de reflejarme la luz solar a través de su espejo. Por ese entonces aún éramos dos adolescentes que se creían superiores a sus coetáneos, discutíamos de si nos declarábamos católicos o no, de si Cuba era buena o mala, de si tal o cual hombre era noble, bondadoso o virtuoso.

A veces le compartía mis cigarrillos, esos que fumaba a escondidas y a altas horas de la noche. A veces escuchábamos juntos a Silvio (lo descubrimos juntos). Tal vez fue así como aprendí a amarte, con tus ininteligibles charlas de arte contemporáneo, con tus inexpresivas lágrimas, con tus torcidas pasiones por hacerlo bajo la lluvia de agosto.

Luego nos distanciamos, a mí me prefirió Literatura, a ti, Soledad. Descubrimos mundos raros, extraños. Hicimos algunas proclamas, dimos algunas sugerencias y nos largamos de allí. De vez en cuando nos reencontrábamos, siempre con la intención de comprender los sistemas, de planear su muerte, de soñar la precisa manera en que caería.

Aún seguiremos viéndonos... aunque ya no estés ¿verdad que sí?

1 comentarios:

Mónica dijo...

Hola me gustó tu blog y que lindo lo que escribiste. A veces las situaciones mas extrañas, aunque en el momento no lo entiendas... marcan la vida.

Ojalá que se encuentren. Bsss.