San Andrés o El paraíso.

Aquí se puede matar a cualquier persona y, si nadie te ve, no recibes ninguna sanción; puedes traficar con drogas, acostarte con putas demasiado bellas, asesinar policías sin restricción. Puedes robarte motos, bicicletas y autos. Con un par de trucos, puedes hacer aparecer tanques, armas sofisticadas; con unos cuantos trucos puedes volverte un asesino profesional.

Aquí te suicidas cuando quieres, pero apareces en un hospital sano y salvo; no duermes nunca, puesto que tienes que cuidar el barrio. Asesinas a los cabecillas de las bandas enemigas, no importa el lugar: un cementerio, un fumadero, el funeral de la madre de alguien, una cárcel, el desierto, el hospital, el vagón de un tren.

Reclutas gente y la vuelves parte de tu pandilla, matas a policías honestos por encargo de policías corruptos, te haces amigos de raperos frustrados, vuelas aviones para luego dinamitarlos, secuestras pasajeros, compras casas y propiedades inmobiliarias por doquier… cuando has asesinado a demasiadas personas, tu nivel de búsqueda aumenta. Entonces serán seis estrellas las que pedirán tu cabeza, vendrán camionetas, motos, helicópteros y hasta tanques policiales, vendrá el FBI, la CIA… pero nada imposible para tu bazuca… apuntar bien el mirador, un clic y listo… eres libre nuevamente.

***

Al inicio me dijeron que era un juego demasiado bueno, con buenas misiones, con una trama interesante, con personajes nuevos… pero, sobretodo –y que terminó por emocionarme y convencerme de jugarlo-, con algo que muchos de nosotros buscamos: la mayor fidelidad posible a la realidad.

Entonces me interné. Al comienzo se me hacía difícil: me era complicado manejar coches a la perfección, teniendo en cuenta que esto se logra solo con cuatro teclas; apuntar correctamente la pistola con el mouse me complicaba la vida, JC era un personaje difícil de controlar… Invertí más tiempo, dejé de jugar dos horas diarias y aumenté mi dosis, empecé a comprender la lógica del juego. Diariamente resolvía las misiones solicitadas, asesinaba a las bandas contrarias, ganaba más territorio para mi pandilla.

En casa me dijeron que molestaba mucho el que tenga la máquina prendida hasta tan tarde, que me estaba enviciando con el juego, pero no les hice caso o dejé de oírlos o preferí no cruzármelos… me quedé solo en el cuarto, completando las misiones solicitadas, buscando el botín preciso, asaltando los lugares indicados. Comía frente a la máquina, llegué a tener en la habitación muchos platos y cubiertos sucios; cuando necesitaba ir al baño, corría rápidamente hasta el sanitario, con la ilusión de que al volver, no se le haya pasado a JC la hora de asesinar a su enemigo de turno. Pero pronto entendí lo innecesario de todas estas acciones… podía hacerlo en el mismo juego… cuando tenía hambre, asistía a una pizzería o a algún restaurant; cuando quería beber me iba a un pub cercano y pedía lo que el dinero (producto de los atracos) me alcanzara; cuando quería fornicar buscaba a mi novia o me iba con alguna puta barata  –y lo mejor de todo, bella y voluptuosa.

Cuando creía haber dominado completamente el juego, tuve que huir de mi territorio por culpa de algún puto soplón, al que asesinaré luego. Me busqué otra novia, conocí nuevas ciudades, hice nuevos amigos, probé nuevas hierbas, viví la vida intensamente.

Hasta esta parte todo es claro, pero a partir de aquí no recuerdo exactamente cómo fue sucediéndose la historia (tantas misiones, viajes, asesinatos y atracos terminan confundiéndome… ni que uno fuera una máquina), no recuerdo si regresé en busca de venganza o de si la poli me atrapó nuevamente, no recuerdo de si maté a mi familia en una misión o ellos se fueron solos (a partir de esto ellos ya no joderían con que apaga eso, con que deja ese vicio, con que ya no sabes otra cosa que jugar eso… ¿jugar? ¿acaso esto es un juego? esto es algo serio… me estoy dedicando enteramente a limpiar el honor de mi pandilla). Pero lo que sí recuerdo es que prontamente  –y para beneficio de mi trasero que ya empezaba a doler- dejé de sentirme estático y participé activamente de la historia, de mi historia.

Dejé de ser un espectador pasivo, un espectador en tercer plano de la situación, y empecé a vislumbrar todo con mis propios ojos, me sentí musculoso, me sentía a gusto con las armas que usaba, con las mujeres que poseía, con lo hombres que mataba.

Yo, JC, líder de la Pandilla de Grove Street, soy un asesino buscado por la policía, el FBI y la CIA… mi cabeza tiene un alto precio. No duermo, no como más que lo necesario, no cago, no orino, fornico de vez en cuando, robo autos y motocicletas, asesino negros, latinos, chinos, mexicanos y gringos.

La otra noche, mientras la policía me perseguía por el atraco de un banco, recordé instantáneamente a mi familia, la antigua obviamente (mi nueva familia es la más respetada de todo el condado), la misma que jodía tanto con dejar esto. La recordé momentáneamente y cuando estuve libre de persecución policial intenté llamarlos por teléfono, como queriendo saber qué había sido de sus vidas, como dándoles alguna información sobre la mía. Pero me llevé gran sorpresa cuando no encontré ningún teléfono público en la ciudad y, cuando desde mi celular intenté marcar el antiguo número de casa, me contestaron que ese número no existía… no lo pude meditar mucho… instantáneamente apareció el FBI con sus tanques indestructibles y me atraparon, intenté huir pero ellos fueron mucho más fuertes, más hábiles, más listos para cazarme.

Hoy estoy rumbo a la cárcel del condado, con un par de grilletes que me joden el movimiento. Si me preguntan si tengo miedo les diré que no, puesto que estoy seguro que es parte de una misión, intuyo que tendré que liberar a algún hermano preso, eso ya se verá; por lo demás, todo sigue su rumbo natural en la intensa ciudad de la que soy el amo,  San Andrés.

Breves

 

“Lo que son las cosas (…), siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros…”

Roberto Bolaño. Putas asesinas.

(EL OJO SILVA).

***

- Colegio de mierda carajo, nos teníamos que meter un poco de coca para exponer, yo no quería, yo había estudiado… pero mi pata me daba...

- Pero eso suele pasar en los colegios… ya se está volviendo normal.

- No huevón… créeme, este colegio era de lo peor, era una gran mierda.

Rumbo a casa, bajo la alta noche, él me contó parte de su vida.

***

“Si, si… pero mira huevón, tu padre vino la otra noche a pedirme que me la cache a tu mamá. Es que dice que él no puede… entonces yo me la tiré a tu vieja pe’ y… qué rico cacha tu vieja, tío… Sí, pero qué rico cacha… oe’, su mamá de este huevón la mueve bien rico… y yo se la metía así… así…”

Cuando el Tres Coronas, ya había causado suficientes estragos.

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“La tesis escéptica de que la realidad es un supuesto se apoya en la existencia de errores; más específicamente, en que las verdades de hoy día, serán los errores de mañana.”

Introducción a la ciencia. Julio Sanz.

(Así me siento yo)

Ya no

 

El ominoso silencio que recorre la alcoba se interrumpe cuando, con su pijama crema, sus babuchas en forma de gato y sus estrafalarias pulseras-collarines, aparece. No toca la puerta, no pide permiso, ella ingresa y se abalanza sobre el monigote humano que, sentado en el escritorio, intenta escribir.

Le obsequia un beso y a modo de cariño lo despeina. Lo regaña por el olor a tabaco de la habitación, por el caótico orden  (él le ha explicado varias veces que el desorden no es más que su forma de ordenar las cosas) en que mantiene el lugar. Abre las ventanas y, tarareando una de sus tantas canciones inventadas por y para ella misma, se lanza a saltar sobre la cama. La niña-mujer ha aparecido.

Arremete rápidamente, con inocencia perversa, con curiosidad, con malicia, con extrañeza; pregunta como si ya lo hubiese meditado, como si ya tuviera una respuesta de antemano y aquello que le responda ahora no cambiara en nada su posición.

- ¿Qué es la vida?

Y tú te estremeces. ¿Acaso puedes responder correctamente?, ¿sabes acaso lo que es la vida?, ¿qué le dirás? “eso no tiene sentido hermanita, no divagues en esas preguntas absurdas que no te llevan a ninguna parte”. O mejor, le contarás cómo te sientes al ‘estar vivo’: “una mierda es esto de estar vivo…”. No, definitivamente no le responderías eso; sería mejor que le explicaras que eso es muy incierto… incierto como tú, o como yo.

- La vida es… básicamente, un proceso. Todos los seres vivos… pasan por una serie de etapas que los fortalecerá, para… luego… aprender cosas, bueno, irán aprendiendo cosas en el camino, pero…

- ¿Sabes qué pienso yo que es la vida?

Te quedas callado, sorprendido, estupidizado. No has podido responderle lo que hubieras querido (¿cómo se puede responder eso?), pero sobretodo, te ha impactado el que ella tenga una respuesta para ‘qué es la vida’.

Entonces te enseña el pequeño cuadernillo que adorna con demasiados stickers, unas cuantas hojas en las que suele escribir no sé qué. Te ofrece el cuaderno con una de sus páginas abiertas, dónde, a modo de título, dice: “¿que es la vida para mi…?”.

Sí, es tierno lo que lees, te estremeces (qué rara sensación, te  sientes vivo), la miras fijamente y ella malinterpreta tu mirada.

- Seguro que me vas a corregir las faltas ortográficas ¿no?

- No, es solo que… esto que has escrito es muy tierno…

Sonríe, te da las buenas noches, un beso en la frente y se va. Enciendes un cigarrillo, es el último –maldita sea, siempre tiene que ser el último– y miras alrededor: el espacio ya no es el mismo. Ya no.

Diálogo

-Siempre me pone melancólico el incierto futuro.
-Es que mientras más libre eres, más incierto es tu futuro. Aquellos que poseen mayores restricciones son los que tienen el futuro mucho más claro.
-Pero yo no quiero sufrir de esta incertidumbre.
-Es el precio que pagas por ser libre. La incertidumbre es el coste de nuestra libertad.