Pétalo de sal…

“…y no es tan trágico mi amor,

es este sueño, es este sol,

que ayer pareció tan extraño

o al menos tus labios.

Yo te entiendo bien,

es cómo hablarle a la pared

y tú podrías darme fe…”

 

Pétalo de sal, Fito Páez

No sé si es Baires o Madrid

 

Es probable que se haya evaporado mucho tiempo en tratar de escribirte; la hoja vacía frente a mí me reclama palabras, el pensamiento explosionando en ideas incapaces de concatenar, la incertidumbre de algo que se siente, que se palpita, que se huele, pero que no se entiende.

Al inicio, en el origen de este camino, creí –porque los escépticos también creemos– que todos estos intercambios textuales solo eran parte del gran flirt cibernético, propio de estas tecnologías, de estos medios. Frases que se dicen ligeramente pero que en la realidad (la absoluta, la verdadera, aquella que nunca entenderemos) se olvidan.

Pero no fue así. Bastó un aroma sobre tu cuello, una sonrisa compartida, la prohibición del cigarrillo, una confidencia ajena, sincera y amorosa… para enredarnos en cosas de otros mundos.

Y mírame ahora mujer.  ¿Qué tienes? ¿Qué posees? Solo me queda invitarte a que los encuentros sigan siendo atemporales, lluviosos e inciertos. Porque la incertidumbre que ahora me embarga no es la que hace mucho me hizo divagar, sino es aquella que provoca preparación, bienestar… esta es la incertidumbre propia de los que se atreven a conocer, a descubrir.

Y yo pretendo descubrirte… bajo mis manos, en ese frasco amarillo donde guardas tu aroma, en la bufanda prestada, en esa miniatura que rompí, en la novísima chompa morada, en los cigarrillos que me prohíbes y en los que me permites, en las húmedas caricias, en tus muecas, en las explicaciones que no puedo darte.

Porque esta noche también ha llovido, también he fumado y recorrido la ciudad igual que siempre, pero mis manos, mi olfato y mis labios han percibido extrañamente tu ausencia. Y al percibirla, me he dado cuenta de algo que se siente, que se palpita, que se huele… pero que no se entiende…

Sé que contigo lo entenderé.

Regreso del paraíso, que no es otra cosa que el infierno enmarañado...


Ahora que bajamos del paraíso, que no es otra cosa que el infierno enmarañado... ¿Podremos contemplar (mirando con los oídos, oyendo con los ojos, hablando con las manos y oliendo con la lengua) de la misma manera la realidad?

Porque a pesar del silencio, que es más fuerte que nuestras conciencias, yo podré navegar por cualquiera de tus caminos... al final, todos, cualquiera, me conducen a manantiales de aguas inexplicables y heladas.

Las ganas de fumar se evaporan, tus senos se palpitan mejor en la oscuridad. Con mis crayolas retrataré el casual evento de este viaje. Porque el hombre se hace más hombre cuando contempla la armonía, hallada muy lejos de la ciudad y sus horarios cuadriculados, de sus sonidos primitivos y estúpidos, más lejos aún -como cantaba el poeta- de sus habitantes de ropas e ideas vacías.

Y la desilusión es inevitable. Retornamos con la cara y la conciencia empolvadas, con las satisfacción de un encuentro casual con el paraíso, con el desánimo de reencontrarse con la realidad...

Porque aquí se volverá a depender de sus caricias y del humo, de unos libros y del tiempo. Somos los novísimos esclavos del 21: con sus cadenas llamadas mochilas, maletas, maletines o morrales. Poseyendo el número de reo en el DNI, juzgando a matar, jugando a morir.

Espero que quede el recuerdo de que un hubo un lugar, probablemente el cielo o muy cerca a él, donde nos sentimos dichosos, siquiera una vez.

Carta a Bush, de García Márquez


Artículo de Gabriel García Márquez sobre el 11 de septiembre:

¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente ver que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino? ¿Cómo se siente el miedo apretando tu pecho, el pánico que provocan el ruido ensordecedor, las llamas sin control, los edificios que se derrumban, ese terrible olor que se mete hasta el fondo en los pulmones, los ojos de los inocentes que caminan cubiertos de sangre y polvo?

¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la incertidumbre de lo que va a pasar? ¿Cómo se sale del estado de shock? En estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de Hiroshima. Nada quedaba en pie en la ciudad luego que el artillero norteamericano del Enola Gay dejara caer la bomba. En pocos segundos habían muerto 80.000 hombres mujeres y niños. Otros 250.000 morirían en los años siguientes a causa de las radiaciones. Pero ésa era una guerra lejana y ni siquiera existía la televisión. ¿Cómo se siente hoy el horror cuando las terribles imágenes de la televisión te dicen que lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre no pasó en una tierra lejana sino en tu propia patria?

Otro 11 de setiembre, pero de 28 años atrás, había muerto un presidente de nombre Salvador Allende resistiendo un golpe de Estado que tus gobernantes habían planeado. También fueron tiempos de horror, pero eso pasaba muy lejos de tu frontera, en una ignota republiqueta sudamericana. Las republiquetas estaban en tu patio trasero y nunca te preocupaste mucho cuando tus marines salían a sangre y fuego a imponer sus puntos de vista.

¿Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a cabo 73 invasiones a países de América Latina? Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada. Hace casi un siglo que tus gobernantes están en guerra. Desde el comienzo del siglo XX, casi no hubo una guerra en el mundo en que la gente de tu Pentágono no hubiera participado. Claro, las bombas siempre explotaron fuera de tu territorio, con excepción de Pearl Harbor cuando la aviación japonesa bombardeó la Séptima Flota en 1941. Pero siempre el horror estuvo lejos. Cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo en medio del polvo, cuando viste las imágenes por televisión o escuchaste los gritos porque estabas esa mañana en Manhattan, ¿pensaste por un segundo en lo que sintieron los campesinos de Vietnam durante muchos años?

En Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío. Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto... ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, República Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y sólo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana.

Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24.000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños (efectos colaterales).

¿Qué se siente cuando el horror golpea a tu puerta aunque sea por un sólo día? ¿Qué se piensa cuando las víctimas en Nueva York son secretarias, operadores de bolsa o empleados de limpieza que pagaban puntualmente sus impuestos y nunca mataron una mosca? ¿Cómo se siente el miedo? ¿Cómo se siente, yanqui, saber que la larga guerra, finalmente el 11 de septiembre llegó a tu casa?

Gabriel García Márquez

Sobre inventar una nueva lengua


Esta tarde, cuando hablaba de un nuevo lenguaje, me refería a algo como esto:

- ¿A que te dedicas ahora? -le preguntan a Luder-
- Estoy inventando una nueva lengua
- ¿Puedes darnos algunos ejemplos?
- Sí : dolor, soñar ,libre , amistad...
- ¡Pero esas palabras ya existen!
- Claro, pero ustedes ignoran su significado.

De: Dichos de Lúder, Julio Ramón Ribeyro

Agridulce o sobre el sabor del universo

tokio blues - mary

20:36   el sabor del universo es agridulce

21:56   no, el universo no tiene sabor…

21:56   .

21:57   al menos estás más expresiva que este atardecer…

***

Aún no lo he leído, es cierto, pero curiosamente esta tarde, mientras estaba sentado en el patio con mi infinita soledad y contemplaba los pasillos de Letras (aquellos que provocan “escenas de crímenes”), recordé que aún quedaba en mi maleta un cigarrillo por fumar, el penúltimo de la jornada (el último sería de noche, en el tormentoso y multitudinario Paseo Colón, que diariamente me enrumba y me remarca el color limeño); entonces, al buscarlo dentro, entre tanto desorden que llevo conmigo, encontré el libro que ayer me entregaste.

Intenté leerlo, pero la gente pasaba demasiado rápido, los que estaban sentados al otro extremo de la banca se movían mucho, el bullicio, las risas descontroladas, el furor de ellos me desconcentraba. Quise entrar a la biblioteca, pero me dio flojera caminar; quise subir al tercer piso, pero recordé que estaría ocupado por parejas, quise volverlo a leer, pero la bulla me derrotó.

Así que medio molesto, tomé el libro, escogí una página cualquiera e irónicamente lo primero que atiné a leer, fue esto:

“…se puso de pie:

-He de marcharme. El sermón ha terminado. Espero haber aclarado conceptos. Lo que importa que recuerdes, es que tú, yo y los demás somos los Guardianes de la Felicidad. Nos enfrentamos con la pequeña marea de quienes desean que todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo. Dependemos de ti. No creo que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro mundo feliz, tal como está ahora organizado…”

Borges decía algo así como que el azar no existía, sino que era un sistema de mecanismos lógico-deductivos infinitos, que el hombre --por su conocimiento limitado-- jamás llegaría a conocer. No sé si la aparición de este fragmento fue producto del azar, intención divina o simple acción causal. En todo caso eso no importa ya (nunca importó).

Evidentemente no estoy de acuerdo con todo el párrafo, es más, creo que al leer la novela terminaré en desacuerdo total con sus personajes (eso siempre me pasa con los textos de corte futurista, será por mi carácter añejo), pero creo necesario transcribirte este párrafo, con la intención de  que lo leas y en él te identifiques, así como me identifiqué yo; pero sobretodo, que identifiques algunas de las palabras, de los sueños, de los instintos que compartimos en tardes delirantes, teniendo como únicas armas contra el mundo los baratos cigarrillos y un par de tazas de café.

El sabor del universo es agridulce…