CONFIANZA EN LA VIDA


Mientras el viento recorría tu espíritu de enardecida amante de solitarias causas; mientras el sonido continuaba percudiendo tus secretas manos de sembradora salvaje; mientras las marcas de tu piel se retorcían de júbilo ante el néctar de mis dedos… yo pensé en lanzarme.

No te lo dije, solo divagué algunas frases indiferentes en busca de opiniones divergentes. Entonces imaginé, sentí, casi palpé, como mi cuerpo podría cortar el frío viento de este tristemente caluroso verano, cómo mi ser se impactaba, sin aliento, sin ganas, en ese pedregoso asfalto de una ciudad caótica que enferma a sus hombres.

Me proyecté en el suelo áspero, sangrando el ánimo, casi consiente del dolor que mi orgullo derramaría al ser visto y apreciado por todos los fisgones nocturnos que atravesaran la calle. Mis vísceras esparcidas, algunos huesos rotos que más tarde roerían los ángeles, fluidos incontenibles que macularían mis interiores.

Tus lágrimas serían inevitables, se oirían algunos gritos de transeúntes estúpidos que miran el cadáver del próximo titular limeño, un niño preguntaría a su madre qué es esto, ella no sabrá qué responderle.

Al final, cuando me hayan levantado y perezosamente empiece el verdadero sentido de vivir, la putrefacción humana, me despertaré, estaré en otra dimensión y seré la música pésimamente entonada de alguien que se quedó al lado del camino.

Felizmente me tomaste la mano y dijiste “vamos”.

3 comentarios:

MoiZés AZÄÑA dijo...

Felizmente existe ese otro.

AZAÑA ORTEGA

Mi. dijo...

Felizmente,
es hasta el fin.

No me sueltes;
no te dejaré caer.

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

La salvación tan cercana. La vida en la palma de una mano, tercera mano, y en ella el agua, el aire, los sueños...