Un lunarcito junto a tu pezón izquierdo...


Me derretiré entre tus senos antes de que se acabe el camino: cuando mis manos se cansen de someter, cuando los ánimos se resequen de tanto esperar y antes de que explote dios.

Entonces me convertiré en un cálido pero delirante lunarcito que se posicionará cerca, muy cerca, a tu pezón izquierdo. Y es que esta será la forma más extrema, más utópica, de perpetuar mi recuerdo en tu sistema: cada vez que te contemples desnuda frente al espejo, podrás verme en ti.

Lo que venga después ya no importará. Podrán incendiar la inocencia de quienes aún se aman entre sí. Envenenarán a las aves que esperan pacientemente el regalado alimento (amor, esperar pacientemente debería considerarse una ofensa a la búsqueda de libertad). Con sus sofisticadas armas de destrucción/creación maltratarán el ánimo de los que quisieron hacer algo.

Y el recuerdo de los hombres que le cosieron la vagina con un rata adentro, para que diga números, nombres y calles, se olvidará (¿te imaginas lo espeluznante que puede ser eso?). La compra y venta de opiniones-conciencias-moral será el producto que mostrará mayor crecimiento económico en el mercado.

Pactos secretos que definen la historia que se contará mañana; disponer de hombres sin que ellos lo sepan; olvidar promesas y sentimientos; amordazar a los que siente, a los que critican; olvidar la persistencia de la memoria...

Pero qué me importará todo, si yo puedo ser, yo quiero ser, yo seré... un lunarcito que estará cerca, muy cerca, a tu pezón izquierdo.


5 comentarios:

Fernanda Zepeda dijo...

esta bueno...

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

Un lunarcito que se quedará allí hasta el final de sus días y aún más lejos...


Recuerda lo que vimos, alma mía,
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;

y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba
creíste desmayarte.

Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.

Todo aquello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.

Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.

Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
sólo de memoria.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.

Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!


Charles Baudelaire: UNA CARROÑA

MoiZés AZÄÑA dijo...

Me pregunto por qué precisamente el izquierdo y no el derecho.

AZAÑA ORTEGA

égona dijo...

todo un bukowsky carajo

Silvani Reyes-Vassallo dijo...

muy muy bonito