Claudicar ante la promesa de ser virtuoso...

Si claudicara, todo sería más fácil. Aceptaría los placeres sin el molesto sonido de mi conciencia diciéndome: mientras disfrutas, dañas a alguien. Si pudiera hacer lo que solo mis impulsos dictan, no camuflaría esta desazón por hacer lo que se puede, más no se debe hacer. Si claudicara en el intento de ser virtuoso, mis manos ya no temblarían al apretar el gatillo, al anudar la horca o al afilar el cuchillo. Porque esta vez me he sentido más cercano al abismo y el problema de retar esa abrumadora proximidad, es que a veces, uno se termina lanzando solo para probar.

Si claudicara, ya no tendría miedo de acercarme y preguntarles sus nombres. Tampoco rechazaría las invitaciones para el retozo erótico de los cuerpos sin rostros. Me uniría al clan de los insalvables que creyendo engañar a todos, solo se engañan a sí mismos. Sí, sería un canalla, un maldito hipócrita que sonríe sabiendo que cuando voltees te clavaría una daga en la espalda. Sí, sonreiría y mi máscara se volvería más sólida, ya no solo cubriría mi rostro, sino también mis manos, mi espalda, mi ombligo, mis vellos y mi rojo glande que uno de esto días explotará.

Pero yo no quiero renunciar. Y sin embargo hacia allí me dirijo. Digo no con una mano, pero inmediatamente con la otra borro lo dicho. Y queriendo salvarme, me pierdo más. Y queriendo ayudar, problematizo más. Y sin saber cuál es mi destino, me siento en una banca del parque oscuro y tratando de que nadie me reconozca, enciendo un cigarrillo que se acaba rápido y lloro desconsoladamente, lloro como si hubiese perdido algo, pero ese algo nunca lo tuve, nunca fue mío… ¿entonces de qué lloro?

Y allí estoy sentado, esperando que venga alguien o algo a decirme qué hacer. Jugando con las hormigas que han formado figuras extrañas y hasta familiares: un rostro arrugado de mujer, unos libros que perdí, las lágrimas de un niño, la melancolía de esta tarde.

Cuando pasen esta noche por allí y me vean sentado, sucio y cansado, no se me acerquen. Hoy quiero estar solo y seguir hundiéndome en esta diatriba: ser o no ser virtuoso.