Sodomías IV



…esa noche hicieron cosas malas pero ricas…



Siempre le aburrió el método tradicional de lavarlo con abundante agua, enjabonarse el espumante entre las concavidades y frotarse fuertemente el orificio con esas manos ásperas, callosas, de macho salvaje. Todo este ritual con el fin de quitar cualquier rastro de excremento, semen reciente o el típico sudor que le producían los constantes encuentros (bien pagados, bien trabajados) con sus clientes.

Por todo ello y para más comodidad, optó por una solución efectiva. Fue una mezcla de ingenio, ahorro e higiene profunda, muy profunda.

Aunque sus colegas se lo habían recomendado, al inicio se sintió raro haciéndolo, pero luego fue tomando práctica y en poco tiempo se volvió todo un experto en la faena.

Tomó la costumbre de colocarse una botella de plástico en el ano –con agua hasta un poco más de la mitad– a modo de enema. Una vez bien introducida la botella, presionaba el plástico hasta que el ano succionara parte del agua (sí, la misma mecánica que una lavativa) y esperaba a que el líquido limpiador descendiera, luego de un recorrido interior, nuevamente a la botella.

Este proceso de succión/expulsión lo repetía de siete a trece veces (cuestiones de cábala, me aseguró luego), hasta sentir que el ingreso a sus intestino quedaba totalmente reluciente, libre de gérmenes y de residuos seminales. Luego continuaba con el trabajo.

Fue una lástima que este método lavativo no lo haya protegido del virus que poco después lo mató.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Esos lavados solo sirven para quitarte algo que sabes que no se irá. Para imaginarte limpio. ¿Sabes de qué me acuerdo? Hace tiempo hubo un accidente en la panamericana sur, un auto contra un camión trailer: Vidrios como lluvia, heridos, sangre, llanto, noche... yo lo único que quería era bañarme.

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

Odio los enemas.

ami dijo...

porque tener presente tanta mieria insalvable.

acaso se pueden acelerar los suicidios.

elsoberano10 dijo...

Me encantó tu descripción. Te pareces tanto a mí!

Oswaldo Bolo Varela dijo...

Gracias a todos por sus comentarios.

Recuerdo haberme perdido por los pasillos de un hospital y haber divisado una puerta medio abierta. Una especie de consultorio donde encontré sobre la típica camilla blanca, a un hombre boca abajo con ese aparato clavado en el culo... Han de imaginarse la sensación de extrañeza que la imagen le produjo a un niño de 5 o 6 años que recién empezaba a sexualizar.

MoiZés AZÄÑA dijo...

Ya ves hermano, deja de practicar esa nota. Y guarda con el tal Constantini. Jaja...

PD: No olvidarse lo que paras olvidando.

AZAÑA ORTEGA