Y sucede que quiero escribir.
Pero aún no es tiempo de contar, de revelar los secretos.
Todavía no se deben descifrar los sueños.
Falta más vida, faltan aún más caricias, más esperanzas, más muertes.
Nada de lo que diga ahora y aquí será cierto.
Nada de lo que te escriba deberás creer.
Nada de lo que lamente, importará ya.
Me escondo porque hay mucha gente, mucho bullicio en las mañanas.
Ya olvidé cómo enfrentarme a los objetos, a la verdad.
Y el “camina” tal vez sólo fue un llamado para ti.
Tal vez sólo fue una apología de mi padre, un consejo, una felicitación a él.
Y aunque el ojala se volvió terrible, el maldecir aún es parte de mi crisis.
Esta vez no te voy a pedir que descubras mis manos, ni que liberes mis tierras.
Eso ya se perdió en algunos delirios de mujeres enigmáticas.
Hoy sólo te comparto mi pedazo de manzana envenenada.
Mi zapato roto, mi máquina de afeitar gastada.
Te regalo mi cuerda rota (vale mucho: fue la primera que aprendí a tocar).
Te regalo los discos que perdí.
Mis caricias de este verano que me cuesta soportar, mis maltratos de pedante soñador.
El balón con el cual nunca aprendí a jugar, es tuyo.
Las fotos amarillas en las que salgo bien peinado, con camisa dentro del pantalón y sonriendo.
Mis vómitos madrugadores.
Las canicas de mi infancia.
Son tuyas todas las mariposas que jamás coleccioné. Todos los sueños que jamás cumplí. Todos los orgasmos que no logré.
La pared es inevitable, alguna vez podré comprar el cincel.
Fito suena y sus mariposas technicolor me iluminan la noche.
Esta vez no jugaré al póquer.
Ya no faltaré a clases.
Leeré todo lo encomendado y seré fiel.
Y seguiré jodiéndote todas las noches.
Con mis preguntas, con mis burlas.
Escribir y conjugar como quieras, Gabriela.
Amo sus poemas.
Celebraremos el sexo sin restricciones.
Haremos el amor en tu azotea.
Con tus padres durmiendo al lado.
Tomaremos las botellas sin pagar.
Fumaremos y nos robaremos el encendedor, ojala logremos encender el sol.
Invitaremos a las sombras y te besaré bajo la prohibición de tus labios L.
Apostaré los preservativos, el reloj del abuelo y el libro de acordes.
Venderé la idea del cuento nuevo.
No podré terminar -nuevamente- el viejo.
Y mañana nos levantarnos tarde.
Y mi madre nos mandará una granputeada.
-tienes que ir a trabajar, vago-
En fin, seguiré disfrutando de tus poemas, de tus engreimientos, de tus besos, de ti.
Y lloraré las frustraciones, las mujeres con sombrero, los continentes mal liberados, las llamadas sin contestar.
Los cigarrillos se acaban, el disco de Fito se detiene. Ya me voy a soñar las húmedas realidades que alguna vez, alguna vez…, alguna vez… ninguna es.
Y trataré de escribir.