Sobre Eros en los libros...

Por estos tiempos he redescubierto los libros eróticos. Escritos de temática, color, olor y hasta sabor diverso que alguna vez me introdujeron a la complicada, diversa y extraña vida sexual.

Entonces yo era un chiquillo acostumbrado a revisar periódicamente las páginas de algún blogger-amigo que con sus escritos, incitaba en mí la revolución hormonal y esas consecuencias semi-placenteras que ciertas sensaciones -adolescentes y remotas-producían. En fin, recuerdo incluso que intenté iniciarme por ese oficio –el de escribidor de relatos rojos-, pero fracasé en el intento, debido a mi poca experiencia sobre el tema.

Me internaba por muchas horas en la Biblioteca Nacional para buscar y filtrarme alguna novelita de corte sexual que pudiera aliviar mis sueños, mis sudores, mis situaciones. Descubrí entonces a Mempo Giardinelli y su Luna caliente, los cuentecillos rusos de algún prócer soviético cuyo nombre extravié (prócer porque seguramente su libro “obsceno” fue vetado en su natural Rusia), al infaltable Felipe Trigo (del cual recomiendo un relato breve –que espero copiar pronto a este remoto espacio de la red- llamado Las ingenuas). En cuanto a los escritores nacionales, debido a mi poco conocimiento de buenos narradores, me aislé en la fácil lectura de Jaime Bayly y su Noche es virgen, Aquí no hay poesía y No se lo digas a nadie.

Además me interné en los senderos de la poesía erótica, explícitamente en los senderos lorquianos. Federico me enfermó con su Casada Infiel, con su Preciosa y el aire –en general todo el Romancero Gitano posee caracteres eróticos, sexuales, con la luna como fondo y el húmedo viento rozando la piel de quien narra–.

Conocí entonces el Kamasutra (gran decepción al comienzo, pues esperaba más “imágenes”, pero poco a poco entablé una lectura casi religiosa del libro poseedor de tan solo 8 imágenes y que predica todo un ritual higiénico, de alabanzas y de respeto hacia el cuerpo). El Decamerón y sus narraciones pintorescas, me permitieron conocer lo sutil y lo metafórico que podía llegar a ser el sexo y las relaciones íntimas.

También pude leer, esto gracias a la recomendación de un buen profesor de religión –de esos escasos que no son sectarios, ni predican a ciegas-, el recital bíblico llamado Cantar de los cantares, bello poema de entrega amorosa que recién entendí y respeté muchos años después -cuando ya contaba con la cabeza fría- ya que por los tiempos en que lo leí por primera vez, andaba buscando carnes, situaciones descaradas y alguna que otra realidad extracotidiana.

Fue así como creí volverme un conocedor medianamente bueno de la literatura erótica, a mis catorce años me dediqué a la distribución gratuita de este tipo de material: regalaba escritos de Giardinelli, de Lorca y de mi favorito Trigo; repartí las pocas imágenes del Kamasutra, me creía el erudito que desarrollaba en los demás el conocimiento sobre sexo. Los compañeros de colegio me buscaban, y cuando me escaseaba el dinero –que era casi siempre-, ellos pagaban de su bolsillo las copias; se volvió una especie de ritual el que cada lunes -en plena formación escolar- yo pasara las historias a los conocidos y estos a los suyos, hasta hacerse una larga cadena de jóvenes sedientos de ficciones que aún no realizaban.

Hasta que nos descubrieron, mejor dicho me descubrieron. Condicionaron mi matricula,  llamaron a mis padres y me enviaron al psicólogo. A todo esto se le deben adicionar una serie de consecuencias que enmarcaron mis últimos años de estudios escolares: los profesores me miraron mal –más de lo que ya era costumbre-, las señoritas se alejaron de mí –aunque hubieron algunas tentadoras que se acercaron más-, el psicólogo me creyó primero pervertido, luego malcriado y por último -después de una serie de análisis entre los que  comprendía la interpretación de manchas, tic-tacs, y preguntas estúpidas-  dictaminó en mí a un joven rebelde con trastorno obsesivo compulsivo.

Terminé olvidando mis cultas difusiones. Lo que leía era ahora sólo para mí. Dejó de importarme el espíritu de solidaridad hacia los demás. Al mismo tiempo, los compañeros empezaron a buscar por su propia cuenta, se abrieron camino al andar.

Poco a poco fui cambiando la lectura de los textos eróticos, por otros escritos que también despertaron en mí ciertas sensaciones extrañas. En esto influenció el cambio cualitativo y cuantitativo que produjo el paso de la teoría ala práctica. Así, me interné por el maravilloso realismo mágico y su Gabito, Varguitas, el tío Julio y el Fuentes. Baudelaire me instaló en el simbolismo; leí a la generación perdida, la cual no tiene nada de perdida y sí de encontrada; frecuenté la narrativa contemporánea y todas esas líneas literarias que me desdoblan los sueños, que te encantan el ánimo, que te enardecen el espíritu literario.

Olvidé la literatura erótica y viví aparentemente tranquilo entre los clásicos nada morbosos y de experiencia menos sensual.

Hasta hace unos meses en que César V. –en un terrible y complicado viaje en combi limeña- me habló de Kawabata y sus magistrales País de Nieve, La bailarina de Izu y La casa de las bellas durmientes; además me reveló a G. Cabrera I. y su Habana para un infante difunto, me acercó aún más al Marqués de Sade, de quién ya había escuchado algo, y terminó acrecentando mi curiosidad por Elogio de la Madrastra de Vargas Llosa.

Fue así como entusiasmado por el recuerdo de los años iniciales, regresé -buscando ahora un placer estético más que corporal- a la lectura de relatos eróticos. Ayudado por José C. me introduje en el mundo asceta, casi onírico, de las féminas creadas por Kawabata. Jhony pudo orientar mi lectura del Elogio..., lo leí en una solitaria, calurosa y silenciosa tarde sanmarquina.

Adicioné a mis lecturas las Memorias de una pulga, de autoría anónima –bendito aquél (o aquella) que la escribió y, que para darle un carácter más erótico, vedó su nombre-. Releí Luna caliente. Rebusqué entre mis papeles y no pude hallar algún ejemplar de ese ruso olvidado. Entendí el Cantar de los cantares -bueno, eso creo-. Ahora ahorro dinero para adquirir Filosofía en el tocador, de Sade.

Encontré en Víctor a un confiable seguidor de este tipo de Literatura. Con él compartí los primeros textos reencontrados. En conversaciones en los carros –mientras la gente escuchaba a viva voz las historias eróticas y deducía automáticamente nuestra enfermedad psicopatológica- intercambiamos interminables gustos por las heroínas, por los estilos de narración, desagrados por los finales y hasta opiniones para mejorarlos.

Es así que finalmente vuelvo a disfrutar de este tipo de literatura, sutil, sensual, descaradamente buena. Pido a quienes lean este escrito, la recomendación de algunos textos que se acerquen a los temas tratados. Todo será bien recibido, así podré empezar mi labor difusora nuevamente.



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9 comentarios:

Carla dijo...

Mi señor hombre extraño.
Alguna vez leí sobre en Tantra y me pareció una muy buena idea poner en práctica esa nueva forma de ver y sentir la sexualidad (Me imagino que es tipo Kamasutra por lo que explicaste, consulta el autor OSHO).
La verdad me agradó saber que vendías escritos, aunque fueran citas de otros. Es una buena forma de promover la lectura, aunque sea erotica. Por lo general los chilenos no leemos mucho.
Y lo otro, escogiste una muy, pero muy buena canción para acompañar el post. Delirium Tremens, Sabina-Paez juntos... excelente. Pero dicen que dos genios no congenian.

Saludos, Carla

Carla dijo...

Sabes?
La canción Delirium Tremens se la habría cantado a todo pulmón a tu profesor y/o director y al psicólogo.

Gustavo Ochoa Morán dijo...

Vaya, justo hablando de este interesante tópico de la Literatura, recuerdo que hace poco leía un libro de cuentos de Ehrenhaus y disfruté de un cuento, a mi parecer valioso, que en un momento pensé en compartir con Usted (el tema de hecho es algo erótico). El título del cuento es "Cimas de la comunicación"; en el momento que nos veamos se lo paso.

P.D.: Me hablaron mucho de Almudena Grandes y Las edades de Lúlú. Encontré por allí la versión fílmica de Bigas Luna y la vi en una noche. Gran error.

Saludotes

Nadies dijo...

Viva Bocaccio, amante del ssexo amable.

Viva Federico Garcia Lorca y sus metáfors sublimes y provocadoras.

Para mi son los mejores.

Interesante tópico, y muy agradable.

Saruki dijo...

Interesante lo que lees eh.
No soy fanática de leer, así que no te sirvo en el tema de la "recomendación".

Lo que sí, hay un libro... mmm 39 veces la primera vez, de Magda Bandera.
No sé si lo haz leido.
Es ré entretenido.
Habla sobre 39 relatos de "la primera vez".

Me tomé la patudez de leer tu descripción.
No dejó de llamarme la atención.
:D


Saludos!

Zethyo dijo...

Bocaccio es bastante interesante (hay una buena sobre las monjas).

Es complicado escribir con sutileza... conforme leas más, será más fácil ;)

Pablo Villanueva H. dijo...

Aquellos libros podrían ser de mucha ayuda para mí, ya que siempre dejé de lado toda la teoría y me encaminé -de una manera forzada- a la práctica

Helí dijo...

amo lo erótico, amo el sexo... no se como la gente le puede poner tanto tabú a algo tan poético.

Anónimo dijo...

Esta temática en la literatura había sido mirada con bastante recelo incluso a comienzos del siglo XX, los escritores que se aventuraban con una que otra novelita del estilo eran catalogados de livianos y eran discriminados dentro de los circulos de intelectuales. Tal vez esto se deba a la forma en la que se trato de un comienzo el tema, pasando por el hecho de que siempre ha sido un asunto tabú de la sociedad, el caso es que siempre ha estado presente quierase o no incluso en aquellos que lo han repudiado, en este caso, la forma de tratar el tema ha marcado la diferencia entre la mayor o menor aceptación, mi recomendado es un ejemplo de este tipo de situaciones: contexto, lugar y modo... El Amante de Lady Chatterlay de David Herbert Lawrence, en la primera mitad del siglo XX significo para Inglaterra el arribo de una literatura moderna que junto a otros contemporaneos trato problematicas individuales a traves de la critica, por lo cual fue casi repudiado imposibilitando lacomercializacion de su lectura, para esa epoca, eevidentemente era literatura mediocre -para los entendidos- pero que si tuvo realce e importancia en otros lugares comox ej, Francia, donde si habia mayor libertad de expresion y estos temas no exigian tanto repliegue, ahora, este mismo libro tratando la misma problematica que es comun a todas las epocas, como la insatisfaccion de una relacion y la pasion desenfrenada de otra, hecha de un modo fino y no vulgar puede ser para los que la prefieren un buen complemento entre lo que es simple literatura erotica y literatura de verdad.

Gracias por tu comentario y te invito a seguri visitandome:

www.rinconesdiversos.blogspot.com

ó
letrargica.blogspot.com

Abrazos -