CONFIANZA EN LA VIDA


Mientras el viento recorría tu espíritu de enardecida amante de solitarias causas; mientras el sonido continuaba percudiendo tus secretas manos de sembradora salvaje; mientras las marcas de tu piel se retorcían de júbilo ante el néctar de mis dedos… yo pensé en lanzarme.

No te lo dije, solo divagué algunas frases indiferentes en busca de opiniones divergentes. Entonces imaginé, sentí, casi palpé, como mi cuerpo podría cortar el frío viento de este tristemente caluroso verano, cómo mi ser se impactaba, sin aliento, sin ganas, en ese pedregoso asfalto de una ciudad caótica que enferma a sus hombres.

Me proyecté en el suelo áspero, sangrando el ánimo, casi consiente del dolor que mi orgullo derramaría al ser visto y apreciado por todos los fisgones nocturnos que atravesaran la calle. Mis vísceras esparcidas, algunos huesos rotos que más tarde roerían los ángeles, fluidos incontenibles que macularían mis interiores.

Tus lágrimas serían inevitables, se oirían algunos gritos de transeúntes estúpidos que miran el cadáver del próximo titular limeño, un niño preguntaría a su madre qué es esto, ella no sabrá qué responderle.

Al final, cuando me hayan levantado y perezosamente empiece el verdadero sentido de vivir, la putrefacción humana, me despertaré, estaré en otra dimensión y seré la música pésimamente entonada de alguien que se quedó al lado del camino.

Felizmente me tomaste la mano y dijiste “vamos”.

 

El libro de pequeño cristal

que juntos escribieron,

se está derritiendo hoy.

Pero las muecas de plástico

y las manos artificiales que

temporalmente acariciaron, sofocaron,

sus angustias,

quedarán para el recuerdo

del fauno que los soñó.

Volverás...





Te daré algunas cosas cuando te vayas,
un anillo y tres rosas cuando te vayas.
Y una copa de vino
tomaremos dos,
antes de que te vayas, te vayas vos.

Y te daré una nube cuando te vayas,
me verás en el cielo cuando te vayas.
Y si sopla buen viento
ella se irá con vos
remontando mis penas cerca del sol.

Y te daré algunas cosas cuando te vayas
para que vos las guardes, cuando te vayas,
y aunque al querer decirlas
se te quiebre la voz,
golpearán en tu pecho y en mi canción.

Y te daré mi sangre cuando te vayas
para que vos las guardes cuando te vayas,
y esa sangre en tu cuerpo
se convertirá en flor,
y así cuando te vayas me iré con vos.

Sodomías II


Constantemente, ella presume sobre la extensa cantidad de encuentros sexuales que ha tenido para su edad. Con veinte años, dice haber probado todas las razas, todos los excesos, todos los géneros, todas las posiciones. Proclama abiertamente que gusta del sexo anal y de practicarle felaciones al compañero de turno, así como ser partícipe de orgías. Sin embargo, lo que oculta para todos, menos para sí misma, es que ella nunca se ha acostado con alguien.

Sodomías I


Cada vez que está ebrio, él la insulta y la golpea cuanto puede y quiere. S* no muestra resistencia: se queda callada, apenada, con la mirada perdida en los labios de él: recibe los insultos, recibe los golpes y no dice nada. Pero cuando él le fuerza el jean –sin que la violencia de sus ataques haya reducido– y va introduciendo sus ponzoñosas manos bajo sus bragas, ella empieza a sentir ese pequeño ardor que tanto le gusta. Entonces le importa muy poco que lo hagan en el zaguán de alguna casa a medio construir o en ese parque de abundantes árboles que impregnan el paisaje de una lúgubre oscuridad y que a ellos, los oculta muy bien… no, no importa, basta con que lo hagan para que S* se sienta bien y espere –ansiosamente– el siguiente encuentro.

VACACIONES PERMANENTES: EL ANCESTRAL DESEO POR VIVIR RÁPIDO Y MORIR JOVEN

jjPermanent_Vacation

Calles desérticas, casas sucias y destruidas, en ruinas. Personas enmarcadas por la rutina en que viven, pordioseros que cantan a viva voz, locos burlándose de los cuerdos, música interpretada por mendigos. Una vaga esperanza por vivir. Jazz, desenfreno e incertidumbre. Vivir sin ataduras, sin trabajo, casa, impuestos o familia. Deambular por todo y por nada, sobrevivir cómo se pueda, sin represiones: ostentando la libertad en toda su grandeza.

Vacaciones permanentes (1980), la ópera prima Jim Jarsmusch, aborda parte de la vida en New York de Aloysious Christopher Parker, un joven desencantado de la vida oficial, la cotidiana, cuyas expectativas más insignes radican en “no ser de esos que se atan a algo o alguien” y llamar a su hijo –si es que alguna vez tiene uno– Charlie Christopher Parker (como Charlie Parker, Yardbird, el jazzista).

Ambientada probablemente en el New York de los años sesenta, Jarsmusch representa con esta película el inestable deseo (ansioso, casi desesperado) de una generación que no quiere ser parte del sistema oficial, que no pretende comprometerse con algo o alguien y que por ello busca vivir de manera alternativa, contraoficial: sin trabajo, sin normas, escuchando sólo jazz y errando por las calles.

Pero las ganas de vivir en desenfreno, relacionándose fríamente con sus semejantes y existiendo en una burbuja de incertidumbre e incredulidad son entendidas si uno observa el escenario en que esta generación de hombres, significada en Allie Parker, se desarrolla.

La cámara muestra un New York en decadencia, suburbial, caminos sucios y personas insensibles que pasean de casa al trabajo, del trabajo casa. Las calles se adornan con pintas, basura y mendigos que curiosamente cantan romanzas y narran historias de músicos empobrecidos. Todo este ambiente sombrío enmarcado por los grandes edificios y rascacielos que se elevan sobre la ciudad, tan indiferentes (como las personas que allí perviven) a la miseria humana que ronda bajo sus pies.

¿Quién podría vivir apaciblemente en este brutal entorno?, ¿sobreviviría alguien siendo amable?, ¿qué ganas de compromiso pueden nacer en un espacio donde la existencia es tan dificultosa?

Un hombre loco habla de Vietnam y promete empezar a caminar, el padre ha huido y la madre, presa en el manicomio, invoca carcajadas tétricas. El jazzista nocturno entona bellas melodías para nadie; un joven parisiense, recién llegado, mantiene las esperanzas de que New York sea su Babilonia.

En un lugar donde la vida es tan devastadora, Allie Parker no se compromete con nada y se declara un tipo sin ataduras, pero esta declaración no es más que una escapatoria: en verdad está huyendo de este monstruo rutinario, de esa decadente sociedad que se cae por pedazos, donde los artistas son los mendigos y donde no encuentra un lugar apropiado, su lugar.

Entonces su proclamada libertad deviene en una posición hipócrita del no alineado, de aquel que “trasciende” al sistema: no le afecta, no le importa, no se complica, huye en una pose tristemente farsante a la que llama libertad.

Y esta huida no es más que un vivir rápido, apuradamente, sin tiempo para contemplar escenas, poemas o flores; sin tiempo para saborear cuerpos, amores o sueños. Esperar lo menos posibles a la parca, adelantar la muerte: morir joven, en la plenitud del cuerpo, de la mente; para así, librarse de una vez por todas de esto a lo que otros, “esos rutinarios que se atan”, llaman vida.

Ser recordado

"...los hombres sin historia son la historia:
Grano a grano se forman largas playas,
y luego viene el viento y las revuelve
borrando las pisadas y los nombres..."

Sin hijo, sin árbol, sin libro S.R.D.


- A ti te agradaría ser recordado en el futuro.
- Sí... me gustaría mucho que los que vendrán después puedan recordar mi nombre, lo que hicimos o algo con lo que soñábamos.
- Lo más probable es que seas uno de los primeros que ellos olviden.
- Sí, lo sé... aún con todo, me agradaría que no se olviden de nosotros.

Revaloración póstuma de los cuerpos caídos

Ellos contemplan silenciosamente el cuerpo inmóvil que yace junto al fuego, la sangre que hasta hace un momento no paraba de fluir, se ha coagulado en la tierra. Desde lejos, se oye un fuerte trueno que interrumpe la escena, el más pequeño de todos –que jugaba escarbando la tierra– asustado por el estruendo, rompe a llorar: el viento ingresa violentamente en la cueva e intenta apagar la fogata que los alumbra y los calienta.

Inmediatamente, uno de ellos coloca en el fuego ramas y hojas secas con la intención de perennizarlo; al mismo tiempo, la única hembra del grupo proporciona al pequeño uno de sus pechos, para que mame de este y así se calme. Aún esperan a la otra parte de la banda con la que salieron a cazar.

Repentinamente, uno de ellos, tomando una de las piedras afiladas con las que realiza sus labores diariamente y continuando el juego del pequeño, excava sobre la tierra. Los otros, sin entender qué hace, lo observan extrañados, pero basta que él los mire, que señale el cuerpo de su compañero muerto y que indique con un gesto grotesco hacia afuera de la cueva, para que entiendan: empiezan a cavar también.
Y sin imaginarse lo que están iniciando con esta faena, sin entender muy bien este dolor por la ausencia que ahora los posee, siendo inconscientes de las repercusiones que han de legar a sus descendientes, y tan solo por la necesidad de que al cuerpo de este compañero ausente -que ya no se mueve como ellos, que ya no comparte con ellos-, no se lo coman las fieras, no lo desfigure el tiempo… deciden enterrarlo.

* * * * * *

El inicio de la tarde se caracterizó por la aparición de un sol incandescente al que no estábamos acostumbrados. Ya desde el vehículo (un viejo Mustang que parecía desmantelarse mientras subía y en el que apenas entrábamos), en donde nos acercamos de la carretera central a las faldas del cerro, se sentía el intenso calor que caracterizó el ambiente. Cuando, hartos de tanta sofocación, decidimos preguntarle a una señora que visitaba a su hijo, sobre el clima del lugar, ella nos respondió: “…es que hace más calor porque estamos más cerca al sol: hijo, aquí estamos más cerca al cielo…”.

Esa afirmación no parecía fuera de lugar si teníamos en cuenta la apartada zona en la que nos encontrábamos: a nuestro alrededor, todo era cerros, cielo y tumbas. Las personas parecían ser simples adornos adicionales del paisaje natural, pequeñas hormigas que recorren los caminos impacientemente en busca de algo, de alguien. ¿Qué es aquello que buscan estas personas?, ¿qué las motiva a seguir caminando –con una ramo de flores y una botella de agua– bajo el inclemente sol?, ¿qué hay aquí que los hace volver siempre?

Recuerdo. Muerte. Alegría. Ofrendas. Ausencia. Dolor. Fiesta. Música. Rezos. Nostalgia. Añoranza. Costumbre. Vida.

El cementerio “Paz y Libertad” cuenta con más de medio siglo de fundación (de los cuales lleva aproximadamente 20 años oficializado), creado al mismo tiempo que el distrito de Comas (1954), es el santuario más multitudinario del cono norte limeño. No posee una autorización sanitaria, ni mucho menos, una licencia de habilitación. Se encuentra ubicado muy cerca a la comunidad “La balanza”, a inicios de un cerro, donde todo está en pendiente, lo que facilita que desde su ingreso se pueda apreciar la extensión total de la necrópolis.

Si hay algo que caracterice a este lugar es la soledad; el silencio filtrándose a través de las tumbas, los insectos revoloteando sobre las flores marchitas, el polvo que lo mancilla todo, las rocas erosionadas implacablemente a través del tiempo, son los mejores testigos de lo que aquí sucede diariamente: tumbas tristemente olvidadas, cruces rotas por el juego de los niños, preservativos usados que delatan el uso nocturno de la zona, nichos exhumados, desaguaderos improvisados: Rastro humano.

Pero hoy será diferente, es primero de noviembre y la multitud se avecina sobre el cementerio con la intención de visitar a sus muertos, de rendirles un pequeño homenaje, de recordarlos. Todas las tumbas serán visitadas por alguien, desde las más lujosas (incluyen una limpieza periódica por el que sus dueños pagan mensualmente a los trabajadores del cementerio), hasta las más humildes (apenas enterradas y solo cercadas por piedras, que eventualmente serán movidas para cercar otras tumbas).

Hoy, día de todos los santos, nosotros, los vivos, les ofreceremos cánticos; pediremos en los rezos por el bienestar de la familia, por su salud, para que este año traiga más dinero y, por qué no, el ansiado amor. Prepararemos el plato favorito del difunto, con el fin de comerlo en su nombre; le ofrendaremos wawas, cerveza, habas; la música y el baile será a su nombre, de rato en rato haremos unas vivas por él, ella o ellos. Y cuando el licor someta a todos nuestros sentidos, cuando se alcance la inconsciencia, cuando las lágrimas del recuerdo terminen y el febril y largo regreso a casa sea la litúrgica manera de dar fin a nuestra jornada sacrosanta… el ritual habrá terminado.

Aquí todo se ofrece a buen precio: las flores (las ‘floreras’ –como las llamó una anciana que vendía velas– ganan más dinero que en cualquier otra jornada de trabajo), el agua con las que se las riega (en botellas de gaseosa que se devuelven a su vendedor), el pintado de piedras para las tumbas (chicos de apenas 9 años se pasean por el cementerio ofreciendo sus servicios), el alquiler de baños (a 50 céntimos: un inmenso zanjón que, luego de cada cierto tiempo, es rellenado con un poco de tierra del lugar).

Los huaynos son lo que las orquestas más tocan y lo que la gente más baila, los rezadores piden “una propinita” a cambio de un buen Padre Nuestro y un Credo bien pronunciado. Las vendedoras de golosinas se pasean con sus bebés en los hombros, los puestos de fritangas son abarrotados por la gente, alguien anuncia a viva voz que el plato de Pachamanca cuesta 10 soles, un vendedor de wawas discute con una señora sobre un vuelto no entregado. El negocio de la cerveza es el que más produce: sin importar que las 20 ó 25 cajas estén puestas sobre la tumba de algún fallecido, se compra y vende la cerveza y es que todos quieren beber con su muerto.

El sentido de la muerte va tomando nuevas consideraciones bajo este contexto, en esta cosmovisión particular sobre el culto rendido a los antepasados (serenatas folklóricas, bailes, comidas típicas y atípicas, ornamentación preciosista, comercio etílico, rezos, cánticos, etc.), se evidencian las características de las diferentes identidades populares, producto del sincretismo de una cultura milenaria (la andina), a la que se le han incorporado características propias de la modernidad (occidente).

Es así como se forma una nueva concepción en el imaginario colectivo. A este rito tradicional, autóctono, proveniente de una costumbre milenaria enraizada en el inconsciente colectivo de la población (ofrendas, cánticos, rezos), se le incorporan contenidos y formas de la modernidad (comercio, celebraciones, formas de organización). Retoma los elementos del pasado y los fusiona con los elementos del presente, generando una particular costumbre en el individuo.

Y es así como el individuo manifiesta en los diferentes rituales conmemorativos a sus muertos, la vitalidad de sus costumbres adquiridas. No importa que el camposanto carezca de autorización sanitaria o de una licencia de habilitación, no. A él solo le bastará que el cuerpo de su ser querido ocupe ese pedazo de tierra indomable, en ese caótico orden, a las espaldas del mundo. A él solo le bastará un ramo de flores, una wawa fresca, un trapo humedecido para limpiar la cruz empolvada y arreglar las piedras movidas para recordarlo, para evocar aquellos tiempos en que aún estaba a su lado, acompañándolo.

La ausencia hace mucho que dejó de ser dolor… hoy es alegría…

La tarde llega a su fin y la multitud ha empezado su descenso: largas hileras de personas que van bajando por todo el camino. El ambiente oscurece y a lo lejos se observan las velas encendidas en las tumbas: bellas luciérnagas que contrastan con la oscuridad del paisaje. Desde lo alto, la luna llena brilla en todo su esplendor como apoyando la jornada. Esta noche, cuando las almas salgan a compartir los alimentos, el licor, las músicas, todo el amor ofrecido, en este cementerio iluminado ya no habrá soledad.



A Milagros o la revolución, que es lo mismo:

En mis manos aún quedan rezagos de la tierna humedad que anoche condensaste para mí. No he querido desprenderme de ella, y he esperado incansablemente (evocando tal vez a la vieja y utópica tejedora que esperaba a su marido volver de la guerra) que estas sensaciones inexorables, que este aroma divino, que estos encuentros clandestinos –pero libres–, sean perennizados en mi piel: intenté -fútilmente- que mis manos se integren a tu humedad. 

Si he caminado como un ciego por los senderos de ese espacio liberado, dirigido sólo por tus manos, ha sido exclusivamente para recordar –recordar es un derecho humano, Mili– esa incierta noche en la que un hombre le proponía a una mujer (mentira, fue ella la quién le dio el consentimiento para que él proponga) la unión de existencias, la salvación mutua, la perdición infinita, las tumbas de la gloria.

Y ahora, desde este lugar incómodo de la vida, soportando un aciago ardor de garganta, una preocupación por el incierto futuro, con ganas de asesinar al monstruo, sintiéndome en armonía y con fuerzas para no permitir que silencien la emoción… escribo estas frases, que a modo de reflexión, no son más que un intento resumido por expresar esto que explota dentro de mí.

En fin (que en nosotros se manifiesta como el inicio), existir de tu mano se vuelve una necesidad, contemplar -para saborear suavemente- el sonido del aroma que se desprende de tu izquierdo, un deber… 

Tu voz, el cigarrillo, ese vestido que mostraste y que no pude arrancarte, el recuerdo de una discusión en la que terminé desenmascarando mis miserias, el tiempo que todo lo cura, tus verdades, mis incertidumbres, tus lamentos por situaciones de eras anteriores, mi estúpida pasividad ante estos tiempos sombríos, mi revolución de cristal, tu desnudez en soledad.

Esa pequeña y dolorosa marca que renombra mi furia, esta humedad que no se funde a mis manos. Estos Pétalos de sal que me embriagan: giros sobre la ciudad contigo: ausencias maldecidas: un camino extraño que recorremos: silenciando el silencio: aparcando sentimientos: descubriendo sensaciones: fundiéndonos en una espiral interminable de dios, de amor.

Que esto no se perennice en la ficción, ni en la realidad; en mis incredulidades, ni en tus sonrisas, ni si quiera que lo haga en la eternidad… porque para seres autistas como nosotros, para los que lo único importante es confundirse en el cuerpo y el sentimiento del otro, eso, que es todo lo demás, no importa ya.



Repugnancias, malestares y otros dilemas…

todo lo que me dio asco se quedó dentro de mí para siempre y no supe expulsarlo...

De pronto te levantas y sientes asco, no por el desordenado lugar, no por los estragos de una amanecida medianamente etílica, tampoco es el agudo bullicio que invade la habitación: no. La repugnancia es más antigua, no ha nacido esta mañana, ni por estos tiempos, te acompaña desde hace mucho y ya se ha hecho parte de ti: de vez en cuando la escondes, la camuflas bien, pintada con una ilusión o encubierta con un pensamiento… pero cuando estas ilusiones se derriten y tus caducos pensamientos se esfuman, vuelve a aparecer: fría y salvaje, inmensa y angustiante.

Esta repugnancia es ancestral: te acompaña hace mucho. Te levantas, te diriges al baño sorteando los discos escuchados, los libros a medio leer, la ropa sucia o limpia que reposa en el piso del cuarto. En el baño, te miras al espejo y no te reconoces: esa cara no te pertenece, esa marca en tu rostro, ese color de piel, esa mirada es de otro, de otro tipo. Se agudizan las divagaciones con las que despertaste. Humedeces tu cuerpo, filtras los líquidos, recubres tu piel.

Miras el reloj y te percatas que el tiempo de tu encuentro ya se ha vencido. Miras por la ventana y la garua flota en el ambiente; por el pasillo, la luz se va degradando hasta volverse oscuridad. Llamas a alguien, y nadie responde, nuevamente se han ido y una pequeña nota remarca su ausencia: “Regresaremos”.

La afonía del espacio te recuerda aquella noche en que la infinita y fría soledad te permitían escuchar el silencio: sí, hombre infrecuente, el silencio también tiene sonido. Revives el momento: una brisa que hace temblar, oscuridad iluminada, persistencia de algo que no entiendes.

Enciendes un cigarrillo y, aspirando el amargo sabor que producen estos filtros baratos, aparecen las siempre inoportunas nauseas. Lentamente, tu respiración se agita y se inicia un extraño desazón en el estómago que se eleva poco a poco. Tratas de controlarte pero es imposible, huyes hacia el baño y mientras depositas aquello que tu cuerpo rechaza, mientras sientes repugnancia frente a este malestar físico, recuerdas el asco con el que hace poco te levantaste.

Caminas en busca de agua, en el camino divisas el cigarrillo mancillado en el suelo. Tratas de apagarlo para fumarlo después, pero recuerdas la antigua enseñanza de que un cigarrillo encendido se fuma o se arroja. Lo desechas.

Sacias tu sed y la amargura del vómito se confunde con el líquido. La repugnancia vuelve a tu mente. Qué es este asco que sientes… a qué se debe, cuándo se inició… ¿repugnancia? a qué… por qué…

No lo entiendes, no… pero tampoco quieres entender…

Razonamiento


Aleberto Montt

Dosis diarias

Sobre el “progreso” o como nos apoderamos, con arrogancia, de todo…


“Al principio, habiendo todo y habiendo nada, era inevitable crear algo, que sin llegar a serlo todo, fuera necesariamente nada…. Entonces se creó al hombre…”

Adaptación de Los encantos de la culpa, Pedro Calderón de la Barca.


Sobre los floridos campos, donde el rey de las flores confundía los aromas; dentro de las cuevas más profundas, en plena lucha de estalactitas contra estalagmitas; por el azul de cielo, que aves bonitas han coloreado desde siempre.

Dentro del lago más profundo, donde el “monstruo” del lago Ness esperó a la ballena que se tragó a Jonás; en la cima del monte más elevado, en el agujero del volcán más ardiente, en los nidos más insólitos...

A todos lados llegaremos, no importan distancias, fronteras o sentimientos. Nada nos es imposible: si no tenemos algo, lo fabricamos. Si algo se resiste a servirnos, lo inutilizamos. Cuando falte agua, la crearemos. Cuando el sol se derrita, un satélite lo suplantará. Si el oxígeno escasea, produciremos masivamente compuestos químicos que suplanten este elemento. Nada nos detendrán… en última instancia: sobrevivimos, siempre sobrevivimos.

Y usaremos el arcoíris como pisapapeles, los batallones de abejas chiquitas serán nuestros empleados más eficaces, cazaremos todas las flores para que mantengan nuestra juventud. Cogeremos todo y no daremos nada a cambio: nuestros niños serán el mejor anzuelo para las raras especies; los ríos, el depósito de lo inservible; los desiertos, el lugar preciso para probar nuestras armas. La tierra, este lugar al que extrañamente nuestros antepasados rindieron culto, es hoy nuestro imperio.

Pero esto es solo el comienzo. Nuestro progreso, el progreso de todos, nos llevará al universo entero, conquistaremos los demás planetas y la Tierra será el modelo de vida interestelar. Nada se interpondrá entre nosotros y el desarrollo. El futuro es nuestro, solo nuestro.

¿Te nos unes?

A dónde habrá ido a parar todo...



En el comienzo, por el mismo lugar donde sale diariamente dios, no había nada. Nada que importe. Al atardecer, rítmicamente acompañábamos las sombras de nuestros muertos: un húmero convertido en flauta, un quijada sonora, ojos cristalizados que vibraban bien.

Por ese entonces las miradas aún no se evaporaban, no conocíamos los impares y solo contábamos de dos en dos. Los espejos aún no se inventaban, las voces no se negociaban… por esto mismo, todavía se mantenía la buena costumbre de respetar la soledad de cada uno, sobretodo cuando se le veía a alguien sentado solo, nadie se le acercaba: conversaba con su muerte.

Todavía cantábamos, nuestra sangre era fría. De las manos, todavía no se borraban los destinos. Decíamos hermanos y nuestras frases, nuestros utensilios, los mantos usados, el alfabeto aprendido y las melodías entonadas… aún no se vendían.
Recuerdo que solíamos juntarnos bajo la llovizna gris, frente a Dios para darnos calor, bebíamos agua y bastaba para calmar nuestro vientre. Presentábamos a nuestros hijos ante la madre mayor, que en la altura reina la noche. Andábamos desnudos, con las miserias expuestas a todos…

Retratábamos la vida en vasijas de barro, llorábamos la partida de algo, fornicábamos sin preocuparnos por la descendencia, no nos enfermábamos más que de olores. Si se rompía algo, dios lo reparaba. Si alguien desaparecía, alguien lo reemplazaba.
Esos tiempos eran armonía pura, simplicidad compleja.

Qué pasó con ellos…


A dónde habrá ido a parar todo…

Pétalo de sal…

“…y no es tan trágico mi amor,

es este sueño, es este sol,

que ayer pareció tan extraño

o al menos tus labios.

Yo te entiendo bien,

es cómo hablarle a la pared

y tú podrías darme fe…”

 

Pétalo de sal, Fito Páez

No sé si es Baires o Madrid

 

Es probable que se haya evaporado mucho tiempo en tratar de escribirte; la hoja vacía frente a mí me reclama palabras, el pensamiento explosionando en ideas incapaces de concatenar, la incertidumbre de algo que se siente, que se palpita, que se huele, pero que no se entiende.

Al inicio, en el origen de este camino, creí –porque los escépticos también creemos– que todos estos intercambios textuales solo eran parte del gran flirt cibernético, propio de estas tecnologías, de estos medios. Frases que se dicen ligeramente pero que en la realidad (la absoluta, la verdadera, aquella que nunca entenderemos) se olvidan.

Pero no fue así. Bastó un aroma sobre tu cuello, una sonrisa compartida, la prohibición del cigarrillo, una confidencia ajena, sincera y amorosa… para enredarnos en cosas de otros mundos.

Y mírame ahora mujer.  ¿Qué tienes? ¿Qué posees? Solo me queda invitarte a que los encuentros sigan siendo atemporales, lluviosos e inciertos. Porque la incertidumbre que ahora me embarga no es la que hace mucho me hizo divagar, sino es aquella que provoca preparación, bienestar… esta es la incertidumbre propia de los que se atreven a conocer, a descubrir.

Y yo pretendo descubrirte… bajo mis manos, en ese frasco amarillo donde guardas tu aroma, en la bufanda prestada, en esa miniatura que rompí, en la novísima chompa morada, en los cigarrillos que me prohíbes y en los que me permites, en las húmedas caricias, en tus muecas, en las explicaciones que no puedo darte.

Porque esta noche también ha llovido, también he fumado y recorrido la ciudad igual que siempre, pero mis manos, mi olfato y mis labios han percibido extrañamente tu ausencia. Y al percibirla, me he dado cuenta de algo que se siente, que se palpita, que se huele… pero que no se entiende…

Sé que contigo lo entenderé.

Regreso del paraíso, que no es otra cosa que el infierno enmarañado...


Ahora que bajamos del paraíso, que no es otra cosa que el infierno enmarañado... ¿Podremos contemplar (mirando con los oídos, oyendo con los ojos, hablando con las manos y oliendo con la lengua) de la misma manera la realidad?

Porque a pesar del silencio, que es más fuerte que nuestras conciencias, yo podré navegar por cualquiera de tus caminos... al final, todos, cualquiera, me conducen a manantiales de aguas inexplicables y heladas.

Las ganas de fumar se evaporan, tus senos se palpitan mejor en la oscuridad. Con mis crayolas retrataré el casual evento de este viaje. Porque el hombre se hace más hombre cuando contempla la armonía, hallada muy lejos de la ciudad y sus horarios cuadriculados, de sus sonidos primitivos y estúpidos, más lejos aún -como cantaba el poeta- de sus habitantes de ropas e ideas vacías.

Y la desilusión es inevitable. Retornamos con la cara y la conciencia empolvadas, con las satisfacción de un encuentro casual con el paraíso, con el desánimo de reencontrarse con la realidad...

Porque aquí se volverá a depender de sus caricias y del humo, de unos libros y del tiempo. Somos los novísimos esclavos del 21: con sus cadenas llamadas mochilas, maletas, maletines o morrales. Poseyendo el número de reo en el DNI, juzgando a matar, jugando a morir.

Espero que quede el recuerdo de que un hubo un lugar, probablemente el cielo o muy cerca a él, donde nos sentimos dichosos, siquiera una vez.

Carta a Bush, de García Márquez


Artículo de Gabriel García Márquez sobre el 11 de septiembre:

¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente ver que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino? ¿Cómo se siente el miedo apretando tu pecho, el pánico que provocan el ruido ensordecedor, las llamas sin control, los edificios que se derrumban, ese terrible olor que se mete hasta el fondo en los pulmones, los ojos de los inocentes que caminan cubiertos de sangre y polvo?

¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la incertidumbre de lo que va a pasar? ¿Cómo se sale del estado de shock? En estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de Hiroshima. Nada quedaba en pie en la ciudad luego que el artillero norteamericano del Enola Gay dejara caer la bomba. En pocos segundos habían muerto 80.000 hombres mujeres y niños. Otros 250.000 morirían en los años siguientes a causa de las radiaciones. Pero ésa era una guerra lejana y ni siquiera existía la televisión. ¿Cómo se siente hoy el horror cuando las terribles imágenes de la televisión te dicen que lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre no pasó en una tierra lejana sino en tu propia patria?

Otro 11 de setiembre, pero de 28 años atrás, había muerto un presidente de nombre Salvador Allende resistiendo un golpe de Estado que tus gobernantes habían planeado. También fueron tiempos de horror, pero eso pasaba muy lejos de tu frontera, en una ignota republiqueta sudamericana. Las republiquetas estaban en tu patio trasero y nunca te preocupaste mucho cuando tus marines salían a sangre y fuego a imponer sus puntos de vista.

¿Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a cabo 73 invasiones a países de América Latina? Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada. Hace casi un siglo que tus gobernantes están en guerra. Desde el comienzo del siglo XX, casi no hubo una guerra en el mundo en que la gente de tu Pentágono no hubiera participado. Claro, las bombas siempre explotaron fuera de tu territorio, con excepción de Pearl Harbor cuando la aviación japonesa bombardeó la Séptima Flota en 1941. Pero siempre el horror estuvo lejos. Cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo en medio del polvo, cuando viste las imágenes por televisión o escuchaste los gritos porque estabas esa mañana en Manhattan, ¿pensaste por un segundo en lo que sintieron los campesinos de Vietnam durante muchos años?

En Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío. Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto... ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, República Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y sólo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana.

Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24.000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños (efectos colaterales).

¿Qué se siente cuando el horror golpea a tu puerta aunque sea por un sólo día? ¿Qué se piensa cuando las víctimas en Nueva York son secretarias, operadores de bolsa o empleados de limpieza que pagaban puntualmente sus impuestos y nunca mataron una mosca? ¿Cómo se siente el miedo? ¿Cómo se siente, yanqui, saber que la larga guerra, finalmente el 11 de septiembre llegó a tu casa?

Gabriel García Márquez

Sobre inventar una nueva lengua


Esta tarde, cuando hablaba de un nuevo lenguaje, me refería a algo como esto:

- ¿A que te dedicas ahora? -le preguntan a Luder-
- Estoy inventando una nueva lengua
- ¿Puedes darnos algunos ejemplos?
- Sí : dolor, soñar ,libre , amistad...
- ¡Pero esas palabras ya existen!
- Claro, pero ustedes ignoran su significado.

De: Dichos de Lúder, Julio Ramón Ribeyro

Agridulce o sobre el sabor del universo

tokio blues - mary

20:36   el sabor del universo es agridulce

21:56   no, el universo no tiene sabor…

21:56   .

21:57   al menos estás más expresiva que este atardecer…

***

Aún no lo he leído, es cierto, pero curiosamente esta tarde, mientras estaba sentado en el patio con mi infinita soledad y contemplaba los pasillos de Letras (aquellos que provocan “escenas de crímenes”), recordé que aún quedaba en mi maleta un cigarrillo por fumar, el penúltimo de la jornada (el último sería de noche, en el tormentoso y multitudinario Paseo Colón, que diariamente me enrumba y me remarca el color limeño); entonces, al buscarlo dentro, entre tanto desorden que llevo conmigo, encontré el libro que ayer me entregaste.

Intenté leerlo, pero la gente pasaba demasiado rápido, los que estaban sentados al otro extremo de la banca se movían mucho, el bullicio, las risas descontroladas, el furor de ellos me desconcentraba. Quise entrar a la biblioteca, pero me dio flojera caminar; quise subir al tercer piso, pero recordé que estaría ocupado por parejas, quise volverlo a leer, pero la bulla me derrotó.

Así que medio molesto, tomé el libro, escogí una página cualquiera e irónicamente lo primero que atiné a leer, fue esto:

“…se puso de pie:

-He de marcharme. El sermón ha terminado. Espero haber aclarado conceptos. Lo que importa que recuerdes, es que tú, yo y los demás somos los Guardianes de la Felicidad. Nos enfrentamos con la pequeña marea de quienes desean que todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo. Dependemos de ti. No creo que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro mundo feliz, tal como está ahora organizado…”

Borges decía algo así como que el azar no existía, sino que era un sistema de mecanismos lógico-deductivos infinitos, que el hombre --por su conocimiento limitado-- jamás llegaría a conocer. No sé si la aparición de este fragmento fue producto del azar, intención divina o simple acción causal. En todo caso eso no importa ya (nunca importó).

Evidentemente no estoy de acuerdo con todo el párrafo, es más, creo que al leer la novela terminaré en desacuerdo total con sus personajes (eso siempre me pasa con los textos de corte futurista, será por mi carácter añejo), pero creo necesario transcribirte este párrafo, con la intención de  que lo leas y en él te identifiques, así como me identifiqué yo; pero sobretodo, que identifiques algunas de las palabras, de los sueños, de los instintos que compartimos en tardes delirantes, teniendo como únicas armas contra el mundo los baratos cigarrillos y un par de tazas de café.

El sabor del universo es agridulce…

Ausencias

 

En esta noche ausente, noche simple, descarada y reveladora, debería sucumbir ante la provocación de aquel clásico olvidado. Probablemente convendría coger el libro, el mismo que el polvo ya empieza a ocultar vergonzosamente, y repasar atenta, respetuosamente cada episodio de aquel francés ya olvidado.

A esta misma noche, en la que Fito, Charly y Andrés musicalizan mi ánimo, correspondería la práctica de ese acorde sostenido al que jamás pude llegar; o sería mejor (quién sabe, tal vez, probablemente, a lo mejor, quizás, no sé…) que solo escuche la música que exige este suceso, mientras sobre la cama tu recuerdo y mi cuerpo, dormidos van quedando…

Se podría pensar en versos, de esos malos que siempre me salen. Se debería pensar en acciones, de esas disparatadas, absurdas y desquiciadas que abundan en mí. Pero hoy no pienso, en esta noche de intuiciones, de humo abundante, de “hubiera sido mejor así”, de descubrimientos a fuerza de llantos, de recuerdos, de amistad, de nada… en esta noche de nadas, solo siento, irremediablemente siento.

Esta noche todo lo que diga está de más.

El silencio incómodo de dos niños que no saben qué decir, qué hacer, qué decir… los cigarrillos no duran siempre… hoy anocheció más rápido… qué absurdamente patético resulta esto.

Esta noche no debería divagar tanto, tendría que coger el libro, practicar los acordes, sumarme al juego, descansar el ánimo. Pero algo tiene esta noche  que me hace poner así…

Irónicamente bueno...


Resaca. Hambre y sed, mucha sed. No hay nadie en casa, no hay libro por leer y las vacaciones oficialmente se han terminado (tendré que escribir sobre ellas). Así que mientras trato de dormir las horas perdidas, dejo un video que reencontré mientras hacía la limpieza de costumbre en mi bandeja de entrada. Me agrada.


Sí, el hombre era inevitablemente grotesco: con cicatrices por todo el rostro, expeliendo un olor hediendo, con las manos y las uñas sucias, con vieja ropa que no fue hecha para su medida pero que él usaba cómodamente. Su andar era lento, arrastraba los pies, tosía mucho y con las manos mugrosas se limpiaba la saliva que humedecía su bigote y su barba, cada vez que hablaba. 

Pero había algo en él que llamó mi atención... de su bolsillo, sacaba algunas monedas y se las daba a los mendigos que deambulan por las esquinas de la ciudad.

Al preguntarle el por qué de su accionar, me respondió:

-Ellos necesitan más que yo.


Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que comía.
¿Habrá otro --entre sí decía--
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.

Rosaura.

LA VIDA ES SUEÑO, Calderón de la Barca.

A propósito de "Play"...

Inicialmente este era un comentario que intenté dejarle a José en su última entrada, "play", pero por su extención, y por lo que salió, decidí publicarlo aquí... en fin, hay tantas cosas por contar...

***

Un gran laboratorio, una sola persona en su interior, en este espacio yacen cientos de conductos nerviosos entrelazados entre sí: médulas, órganos sensitivos, cerebros... hay también cables, sangre, computadoras, cientos de discos con diversidad de programas: para bailar bien, para enviciarte con algo, para emborracharse, para tener un orgasmo... cd's que enseñan a tolerar, a fumar, a jugar, a enamorar, a dudar, a programar...

Tú ya sabes que habitación es, probablemente la matrix, probablemente la cubeta, probablemente el sueño de alguien, probablemente la oficina del monstruo donde el hombre siempre lo quiere matar...

Pero lo que no sabes, es que de entre tantos nervios, sentidos, razonamientos y espectáculo, de entre tanto ordenamiento de ideas, anhelos y acciones... alguien ha despertado.

Bueno, no es específicamente alguien, era alguien (o tal vez nunca lo fue) pero ahora es algo... un ojo se ha abierto.

Entonces este ojo, privilegiado por ser el único conocedor de la verdad, contempla el macabro quehacer de este hacedor...

(que no se pregunten las razones por las que este ojo, justamente este, se ha despertado; pero para aquellos insistentes y curiosos, téngase en cuenta el proceso ocurrido a Bernard Marx -mi personaje favorito de UN MUNDO FELIZ, del lunático Huxley.

Marx (apellido bastante sugerente), es producto de un error en su creación, algún químico de más que no lo hace ni inferior completamente, pero tampoco superior; y es justamente este error con el reactivo en su producción, el que lo hace despertar del sueño del "mundo feliz".

Asimismo, este ojo ha sufrido -para beneficio de aquellos a los que en el futuro testimoniará la visión- algún error en su creación)

Creo que está de más decir que el ojo despierto, el único ojo en plena lucidez, es el tuyo.

Despertará. Y contemplará el recóndito espacio de soledad. Pero no será consciente de esto, aún no, sino que en su realidad (la misma que le han reprogramado tres veces) creerá ver a los personajes, paisajes y acciones de un amarillo tornasolado… los verá desvanecerse, evaporarse, y algún rezago de angustia se manifestará en su esencia. Se lamentará, seguramente que la primera reacción que tuvo fue llorar, pero cuando tenga que narrar la historia a los hijos de tus hijos, evitará esta parte. Se creerá confundido y buscará a alguien, seguramente alguna vieja pitonisa que le revela la verdad, la misma y única verdad que él ya intuye: “la única verdad que existe, es que todo esto es mentira”.

¿Qué harás con esta verdad, único ojo? , ¿la predicarás por el tiempo?, ¿enseñarás estos proverbios a tus ancestros?, ¿querrás reencarnarte en Prometeo?

Pero ten cuidado con el hacedor, él supo que te despertaste, sus cálculos empezaban a mostrar déficit y revisando la larga y sangrienta cuenta de la historia… te encontró despierto, y a pesar de que te borró parte de lo presenciado, no pudo eliminar lo intrínseco de todo esto…

¿Cómo lo ocultarás, ojo visionario, ahora que lo sabes todo?, ¿qué les dirás a los demás?, ¿una palabra, algún gesto, una melodía?

Claro, utilizarás los viejos trucos… já, esos mismos que creíamos falsos… una máscara, un cigarrillo, un verso, otra ficción…

¿Pero con todo esto seremos libres?, ¿sabiendo la gran verdad, podremos hacer algo?

Ni siquiera tú lo sabes.

Pero vale el intento, ¿no?


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Vida y otras cuestiones...


"La vida, entendida como el proceso biológico de desarrollo de un ser vivo, es una sensación que solo el hombre es capaz de percibir, pero es justamente esta misma 'percepción', la que lo lleva a descubrir su finitud sobre estos tiempos." Ch. B. Wayne.

"...la vida no vale nada/ si solo es para sufrir/ la vida no vale nada/ si en ella veo a los míos morir/ la vida no vale nada/ si tengo, solo, que seguir..." De una canción popular.

"Vida... me cago en tu sonrisa de maldita vencedora, me importan un bledo tus pruebas y tus nada fortuitas actividades. Déjame en paz, vete a la misma mierda... no quiero saber absolutamente nada de ti." J. Bueno F.

"La vida es un aprendizaje de renunciamiento progresivo, de continua limitación de nuestras pretensiones, de nuestras esperanzas, de nuestra fuerza, de nuestra libertad." Henry F. Amiel

Receta

A propósito de la recomendación de Gustavo (que sugiere mezclar mucho pisco y wiskhy con yogurt) y del enésimo encuentro etílico con los amigos de la universidad, transcribo aquí una "receta", que el buen Marco Avilés encontró en el penal de reclusas, cárcel de muejeres, Santa Mónica y que nosotros, tristes copiones de todo cuanto beat aparezca, hemos prometido realizar... esperemos que resulte:

"...entonces mezcle una botella de gaseosa Schweppes, veinte caramelos Halls molidos, una lata de café soluble, dos pastillas de Diazepam. Revuelva bien la mezcla y déjela reposar durante treinta minutos. Será suficiente para una fiesta discreta..."

Marco Avilés.
DÍA DE VISITA 

San Andrés o El paraíso.

Aquí se puede matar a cualquier persona y, si nadie te ve, no recibes ninguna sanción; puedes traficar con drogas, acostarte con putas demasiado bellas, asesinar policías sin restricción. Puedes robarte motos, bicicletas y autos. Con un par de trucos, puedes hacer aparecer tanques, armas sofisticadas; con unos cuantos trucos puedes volverte un asesino profesional.

Aquí te suicidas cuando quieres, pero apareces en un hospital sano y salvo; no duermes nunca, puesto que tienes que cuidar el barrio. Asesinas a los cabecillas de las bandas enemigas, no importa el lugar: un cementerio, un fumadero, el funeral de la madre de alguien, una cárcel, el desierto, el hospital, el vagón de un tren.

Reclutas gente y la vuelves parte de tu pandilla, matas a policías honestos por encargo de policías corruptos, te haces amigos de raperos frustrados, vuelas aviones para luego dinamitarlos, secuestras pasajeros, compras casas y propiedades inmobiliarias por doquier… cuando has asesinado a demasiadas personas, tu nivel de búsqueda aumenta. Entonces serán seis estrellas las que pedirán tu cabeza, vendrán camionetas, motos, helicópteros y hasta tanques policiales, vendrá el FBI, la CIA… pero nada imposible para tu bazuca… apuntar bien el mirador, un clic y listo… eres libre nuevamente.

***

Al inicio me dijeron que era un juego demasiado bueno, con buenas misiones, con una trama interesante, con personajes nuevos… pero, sobretodo –y que terminó por emocionarme y convencerme de jugarlo-, con algo que muchos de nosotros buscamos: la mayor fidelidad posible a la realidad.

Entonces me interné. Al comienzo se me hacía difícil: me era complicado manejar coches a la perfección, teniendo en cuenta que esto se logra solo con cuatro teclas; apuntar correctamente la pistola con el mouse me complicaba la vida, JC era un personaje difícil de controlar… Invertí más tiempo, dejé de jugar dos horas diarias y aumenté mi dosis, empecé a comprender la lógica del juego. Diariamente resolvía las misiones solicitadas, asesinaba a las bandas contrarias, ganaba más territorio para mi pandilla.

En casa me dijeron que molestaba mucho el que tenga la máquina prendida hasta tan tarde, que me estaba enviciando con el juego, pero no les hice caso o dejé de oírlos o preferí no cruzármelos… me quedé solo en el cuarto, completando las misiones solicitadas, buscando el botín preciso, asaltando los lugares indicados. Comía frente a la máquina, llegué a tener en la habitación muchos platos y cubiertos sucios; cuando necesitaba ir al baño, corría rápidamente hasta el sanitario, con la ilusión de que al volver, no se le haya pasado a JC la hora de asesinar a su enemigo de turno. Pero pronto entendí lo innecesario de todas estas acciones… podía hacerlo en el mismo juego… cuando tenía hambre, asistía a una pizzería o a algún restaurant; cuando quería beber me iba a un pub cercano y pedía lo que el dinero (producto de los atracos) me alcanzara; cuando quería fornicar buscaba a mi novia o me iba con alguna puta barata  –y lo mejor de todo, bella y voluptuosa.

Cuando creía haber dominado completamente el juego, tuve que huir de mi territorio por culpa de algún puto soplón, al que asesinaré luego. Me busqué otra novia, conocí nuevas ciudades, hice nuevos amigos, probé nuevas hierbas, viví la vida intensamente.

Hasta esta parte todo es claro, pero a partir de aquí no recuerdo exactamente cómo fue sucediéndose la historia (tantas misiones, viajes, asesinatos y atracos terminan confundiéndome… ni que uno fuera una máquina), no recuerdo si regresé en busca de venganza o de si la poli me atrapó nuevamente, no recuerdo de si maté a mi familia en una misión o ellos se fueron solos (a partir de esto ellos ya no joderían con que apaga eso, con que deja ese vicio, con que ya no sabes otra cosa que jugar eso… ¿jugar? ¿acaso esto es un juego? esto es algo serio… me estoy dedicando enteramente a limpiar el honor de mi pandilla). Pero lo que sí recuerdo es que prontamente  –y para beneficio de mi trasero que ya empezaba a doler- dejé de sentirme estático y participé activamente de la historia, de mi historia.

Dejé de ser un espectador pasivo, un espectador en tercer plano de la situación, y empecé a vislumbrar todo con mis propios ojos, me sentí musculoso, me sentía a gusto con las armas que usaba, con las mujeres que poseía, con lo hombres que mataba.

Yo, JC, líder de la Pandilla de Grove Street, soy un asesino buscado por la policía, el FBI y la CIA… mi cabeza tiene un alto precio. No duermo, no como más que lo necesario, no cago, no orino, fornico de vez en cuando, robo autos y motocicletas, asesino negros, latinos, chinos, mexicanos y gringos.

La otra noche, mientras la policía me perseguía por el atraco de un banco, recordé instantáneamente a mi familia, la antigua obviamente (mi nueva familia es la más respetada de todo el condado), la misma que jodía tanto con dejar esto. La recordé momentáneamente y cuando estuve libre de persecución policial intenté llamarlos por teléfono, como queriendo saber qué había sido de sus vidas, como dándoles alguna información sobre la mía. Pero me llevé gran sorpresa cuando no encontré ningún teléfono público en la ciudad y, cuando desde mi celular intenté marcar el antiguo número de casa, me contestaron que ese número no existía… no lo pude meditar mucho… instantáneamente apareció el FBI con sus tanques indestructibles y me atraparon, intenté huir pero ellos fueron mucho más fuertes, más hábiles, más listos para cazarme.

Hoy estoy rumbo a la cárcel del condado, con un par de grilletes que me joden el movimiento. Si me preguntan si tengo miedo les diré que no, puesto que estoy seguro que es parte de una misión, intuyo que tendré que liberar a algún hermano preso, eso ya se verá; por lo demás, todo sigue su rumbo natural en la intensa ciudad de la que soy el amo,  San Andrés.

Breves

 

“Lo que son las cosas (…), siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros…”

Roberto Bolaño. Putas asesinas.

(EL OJO SILVA).

***

- Colegio de mierda carajo, nos teníamos que meter un poco de coca para exponer, yo no quería, yo había estudiado… pero mi pata me daba...

- Pero eso suele pasar en los colegios… ya se está volviendo normal.

- No huevón… créeme, este colegio era de lo peor, era una gran mierda.

Rumbo a casa, bajo la alta noche, él me contó parte de su vida.

***

“Si, si… pero mira huevón, tu padre vino la otra noche a pedirme que me la cache a tu mamá. Es que dice que él no puede… entonces yo me la tiré a tu vieja pe’ y… qué rico cacha tu vieja, tío… Sí, pero qué rico cacha… oe’, su mamá de este huevón la mueve bien rico… y yo se la metía así… así…”

Cuando el Tres Coronas, ya había causado suficientes estragos.

***

“La tesis escéptica de que la realidad es un supuesto se apoya en la existencia de errores; más específicamente, en que las verdades de hoy día, serán los errores de mañana.”

Introducción a la ciencia. Julio Sanz.

(Así me siento yo)

Ya no

 

El ominoso silencio que recorre la alcoba se interrumpe cuando, con su pijama crema, sus babuchas en forma de gato y sus estrafalarias pulseras-collarines, aparece. No toca la puerta, no pide permiso, ella ingresa y se abalanza sobre el monigote humano que, sentado en el escritorio, intenta escribir.

Le obsequia un beso y a modo de cariño lo despeina. Lo regaña por el olor a tabaco de la habitación, por el caótico orden  (él le ha explicado varias veces que el desorden no es más que su forma de ordenar las cosas) en que mantiene el lugar. Abre las ventanas y, tarareando una de sus tantas canciones inventadas por y para ella misma, se lanza a saltar sobre la cama. La niña-mujer ha aparecido.

Arremete rápidamente, con inocencia perversa, con curiosidad, con malicia, con extrañeza; pregunta como si ya lo hubiese meditado, como si ya tuviera una respuesta de antemano y aquello que le responda ahora no cambiara en nada su posición.

- ¿Qué es la vida?

Y tú te estremeces. ¿Acaso puedes responder correctamente?, ¿sabes acaso lo que es la vida?, ¿qué le dirás? “eso no tiene sentido hermanita, no divagues en esas preguntas absurdas que no te llevan a ninguna parte”. O mejor, le contarás cómo te sientes al ‘estar vivo’: “una mierda es esto de estar vivo…”. No, definitivamente no le responderías eso; sería mejor que le explicaras que eso es muy incierto… incierto como tú, o como yo.

- La vida es… básicamente, un proceso. Todos los seres vivos… pasan por una serie de etapas que los fortalecerá, para… luego… aprender cosas, bueno, irán aprendiendo cosas en el camino, pero…

- ¿Sabes qué pienso yo que es la vida?

Te quedas callado, sorprendido, estupidizado. No has podido responderle lo que hubieras querido (¿cómo se puede responder eso?), pero sobretodo, te ha impactado el que ella tenga una respuesta para ‘qué es la vida’.

Entonces te enseña el pequeño cuadernillo que adorna con demasiados stickers, unas cuantas hojas en las que suele escribir no sé qué. Te ofrece el cuaderno con una de sus páginas abiertas, dónde, a modo de título, dice: “¿que es la vida para mi…?”.

Sí, es tierno lo que lees, te estremeces (qué rara sensación, te  sientes vivo), la miras fijamente y ella malinterpreta tu mirada.

- Seguro que me vas a corregir las faltas ortográficas ¿no?

- No, es solo que… esto que has escrito es muy tierno…

Sonríe, te da las buenas noches, un beso en la frente y se va. Enciendes un cigarrillo, es el último –maldita sea, siempre tiene que ser el último– y miras alrededor: el espacio ya no es el mismo. Ya no.

Diálogo

-Siempre me pone melancólico el incierto futuro.
-Es que mientras más libre eres, más incierto es tu futuro. Aquellos que poseen mayores restricciones son los que tienen el futuro mucho más claro.
-Pero yo no quiero sufrir de esta incertidumbre.
-Es el precio que pagas por ser libre. La incertidumbre es el coste de nuestra libertad.

"Yo, a los que aman de palabra, no los estimo por amigos..."
Antígona, Sófocles


Sí, es su derecho encontrase frente al mar y disfrutar del cálido aroma que emiten los cuerpos libres. Y parafrasear a viejos trovadores de antaño, recitando sus encantos, sus miserias, sus fracasos. Y se tomarán las manos y se descubrirán íntegros, exactos, espléndidos... entonces se unirán compacta y silenciosamente.

Sí, es virtud propia de ustedes tomarse las manos al medio día, acariciárselas y llenarse de furores humanos al amanecer. Saborear cada espacio recóndito e inexpugnable, humedecer la sien, trastabillar el recato, desnudar la concupiscencia.

Sí, es necesario, vital, humanamente imprescindible el que se apoyen uno sobre el otro, el que caminen juntos, brazo con brazo, codo con codo, paso a paso. Y admirar tranquilamente la naturaleza y discutir por sus proyectos futuros, cantándole a la lluvia, fumándose el cigarrillo número 0.

Sí, otro día para vivir, otra velada para amar en acción, sin palabras, sin tiempo, con delirios, con eternidad... propio de ustedes.

100 & ¬dios

vajo el fino sudor que te resbala de la 100
con unas intensas ganas de devastarse la piel
sin aliento & coN hambre
con arte, con miseria, ¬ dios
asexuados,con cigarrillos y furiosos
estremecidos por 19 silencios.
CAGANDÓNÓS DE FRIÓ PÓR EL INCIERTÓ FUTURÓ

sonidos fuertes que acaloran el ambientE
razas infames que D-sa-fian am0r
¿podremos llegar al final?
¿los que sonrían en plena muerte y en plena luz?
¿luz? (silencio)


y 1 grito que desafina el tiempo.
un acertijo que alimenta a las ganas.
medios cuad(f)riculados de liberación
furia, humanidad, frustración.

La esquina de Muñeca

“…No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, me enteré de tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás de las mismas.

Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte. Lo primero, porque un buen día nos dijeron que no ‘se había podido conseguir nada para el almuerzo’. Lo segundo, porque también un buen día sentí que una oleada de rubor me cruzaba el rostro al descubrir palpitante bajo el pantalón el abultado sexo de uno de mis numerosos tíos. Lo tercero, porque igualmente un buen día escuché a una prima mía muy gorda que apretando convulsivamente una copa en su mano cantaba el brindis de Traviata […] Claro que no podía saber a tan corta edad que el saldo arrojado por estas tres gorgonas: miseria, hosexualismo y arte, eran la pavorosa nada…”

Virgilio Piñera“La vida tal cual”

***

PASEO COLÓN es un pequeño pero caudaloso río compuesto por el tráfico congestionado, los hombres apurados que empujan a quien se cruce en su camino, los controladores de micro que reclaman un centavo de más por “pasarles el dato”. Aquí se entremezclan los locutorios telefónicos al paso, con semáforos malogrados; las estatuas polvorientas y olvidadas, con transeúntes estresados por tanto bullicio de claxon, por tanta mala paga, por tanta vida mal vivida. Los vendedores ambulantes -con sus carretas al paso- ofrecen los banquetes más suculentos para el paladar limeño, academias en cada esquina, colectivos interprovinciales. Paseo colón es un río social que nace en la plaza Grau y que desemboca en la Plaza Bolognesi.

En este río humano se confunden todos, empresarios, escolares, mendigos, putas, estudiantes, ladrones y travestis. Aquí transitan hombres y mujeres bien vestidos junto a los indigentes que han hecho de esta calle su hogar; una pareja se besa apasionadamente, mientras un hombre de apariencias extrañas observa minuciosamente la cartera de la gorda señora que espera su colectivo. Una niña que vende caramelos en los carros, su mamá vende ‘canchita salada’ en la esquina siguiente; un par de jóvenes que fuman desesperadamente, un guardián que espanta a la niña de los caramelos; edificios vetustos, virreinales y republicanos, barrocos y clásicos; viejas casonas, árboles que se mueren de pie, smog vehicular, griterío humano, desborde, soledad.

La vendedora de comida en carreta (el menú de hoy –y el de siempre- consiste en ‘tripita frita con yuca’) se apura a lavar sus utensilios en una vieja tina de plástico, luego lanzará el agua sobre la pista, justo por donde un despistado transeúnte cruza la calle… el resultado será un intenso pleito que la comunidad entera vislumbrará atentamente y que sólo tendrá solución salomónica cuando un policía de tránsito, dejando sus labores de lado, se acerque hacia el tumulto para despejar a los curiosos que nos hemos atiborrado sobre las dos partes en disputa.

Pero, a pesar de lo llamativamente estrambótico de esta avenida, Paseo Colón es mucho más hermoso por las noches. Hermoso si se entiende lo bello como lo verdadero, como lo real. Y es que por las noches Paseo Colón se desenmascara, muestra su lado más sublime, que es el lado -contradictoriamente- más miserable que posee.

Entonces empiezan a figurar sus personajes más íntimos, aquellos que hacen del célebre lugar, uno temido por cuanto transeúnte precavido existe en la ciudad. Aparecen los terocaleros, los que te arrebatan el sencillo y de paso la vida, las putas baratas, los travestis escandalosos, aparecen los parias.

Parias, como Muñeca.

-¿Y qué más da? Si al fin y al cabo estamos jodidas, querido… O corremos por los tombos hijo´eputas que nos alcanzan para pedirnos plata o tirarnos a su gusto (ni siquiera pagan esas mierdas…), o nos jodemos entre nosotras mismas quitándonos los clientes.

La habitación es pequeña, sin televisión, sin baño propio, con insólitos huecos en el techo por donde las ratas se pasean todas las noches (al comienzo no le creí y pensé que eran exageraciones de transformista escandaloso, pero en medio de la conversa llegué a contar hasta doce apariciones de esos detestables roedores). La luz de algún poste se filtra a través de la ventana y alumbra su gruesa espalda, su ronca voz -hace mucho que ha dejado de emitir los disforzados sonidos que su trabajo requiere- produce ecos en la habitación semivacía.

-¿Desde cuándo lo haces?

-Hay querido… antes solía contar los días, las semanas, los meses que llevaba en esto… me parecía que así se acabaría más rápido… –se queda callada, parece que meditara sobre esos tiempos, esboza una leve sonrisa, irónica, desilusionada- pero luego una va entendiendo… una vez que entras aquí ya no tienes salida… es como un vicio, yo comencé diciendo “solo por un par de meses, hasta que mi situación se estabilice”…y mírame ahora, este va ser el quinto año ya.

Bebe lentamente, ha cogido con fineza –me pregunto dónde habrá aprendido ese y otros modales tan sofisticados que, a lo largo de la noche, me irá mostrando inconscientemente- una de las tantas botellas de cerveza que he comprado para pasar la noche, a petición suya.

El reloj marca la medianoche, observo detenidamente el aparato e instantáneamente lo meto al bolsillo por precaución. Es viernes y han empezado a salir. Uno de sus sitios favoritos es la esquina de las calles Chota y Paseo Colón; allí, frente a la vieja casona que se llamó hace muchos años Quinta Alania (hoy convertida en una ONG que brinda servicios académicos a quienes menos poseen), se posan.

Trajes coloridos, eróticamente bellos, provocadores, que incitan a imaginar la suavidad de la piel femenina, el tibio aroma que se desprendería de este. Faldas recortadas, exageradas telas sobre toscas espaldas y fornidas piernas, rostros mal afeitados, maquillaje estrafalario, blusas escotadas que muestran sostenes rellenados con esponja sobre pechos lisos. Ya han aparecido. Algunas son más ‘naturales’ que otras: con un dinero ahorrado pudieron implantarse senos o nalgas de látex; algunas otras son menos artificiales y solo tienen algodones por senos, una fuerte y elástica braga que esconde aquello que no quisieran tener, cabello largo aromatizado con fragancias de bajo costo; polvos, lápices y sombras de “a sol”.

Esta noche luce un vestido turquesa que contrasta con las mallas y sandalias negras que lleva puesta. Una cartera azul y pequeña, donde lleva solo lo necesario, protección: dinero, preservativos y una navaja.

-¿Alguna vez la has usado?

-No del todo… hace tiempo un viejo pendejo no quiso pagarme completo, me dio veinte no más… entonces yo lo amenacé con esta… se puso como loco al que le echan agua, lo hubieras visto… recién ahí me pagó completo… ¡el muy pendejo! Pero eso me pasó a mí por cojuda… recién comenzaba y no agarraba toda la maña, la vaina es pedir por adelantado, sino… después se hacen los vivos.

Se fue de casa a los quince años, solo y con su mochila al hombro: aún no acababa el colegio. Me cuenta que desde muy pequeño le gustaban los hombres: “yo nací así, querido –me dice con orgullo, como reafirmándose en su decisión sexual- me acuerdo que desde chibolo me gustaban los hombres, paraba agarrando con un primo mío, hasta que mi vieja se dio cuenta y me sacó la granputa ‘para que seas hombre’ me dijo…”. Desde siempre fue pobre, a su madre no le alcanzaba para mantener a cinco hijos, la paga por lavar ropa no es mucha. Una mañana, cuando aún era pequeño, su padre salió de casa a trabajar y no regresó nunca: se murió atropellado, “tal vez eso haya sido lo mejor, esa mierda solo le pegaba a mi vieja”. Se hizo solo, sus hermanos nunca entendieron al ‘afeminado’ de la familia, probablemente sea esa la razón por la que una tarde de hace ocho años se largó de casa sin derramar una sola lágrima, probablemente esa sea la misma razón por la que dice “no extrañar nada ni nadie de esa covacha de Ventanilla”.

Trabajó. En un almacén, como obrero, vendiendo cosas de casa en casa, vendiendo ropa en Gamarra. Se enamoró, convivió con un hombre durante más de un año, no quiere precisar los pormenores de ese romance frustrado

-Pero dime mínimamente por qué o cómo terminó…

-Terminó porque él era un miedoso, un hijito de papi con miedo de gritar la verdad…

La segunda noche fue menos hostil. Me trató amablemente y hasta me condujo a su cuarto de la Avenida Arica (a veces este mismo cuarto se los alquila a sus clientes, cuando estos tienen, o muy poca plata para pagar el cuarto del hotel, o mucha vergüenza de entrar con “ellas” al hostal), con la única condición de que comprara trago y que no tomara fotos.

-Así que estudias Periodismo...

-Bueno, algo así…

-Yo también quise estudiar Periodismo alguna vez…

-¿Ah si? ¿Cuándo fue eso?

-Hace tiempo… yo todavía estaba viviendo con el idiota ése… y bueno recuerdo que me entró el bichito de estudiar y de ser alguien más en la vida que un simple maricón vendedor de ropa en Gamarra…

- Ja… y ¿Por qué dejaste eso?

-Dinero pues querido, dinero…eso de estudiar cuesta y no podía trabajar y estudiar a la vez –bebe otro sorbo de cerveza, es la segunda botella- así que tuve que decidir y me dije a mí mismo: “Muñequita… o te sacas la mierda estudiando y trabajando a la vez, o te jodes solito…” y postulé.

-Ah... ¿entonces llegaste a dar el examen y todo?

-Sí… pero no ingresé, quedé muy lejos… y volverse a preparar de nuevo… no sé, me desanimé, a parte que el idiota ese ya se había ido… todo se me derrumbó.

Todo se le derrumbó, entonces empezó a beber y a frecuentar los bares, se gastaba el dinero que tenía en cigarrillos, trago y algún que otro alucinógeno que le permitiera olvidar su amor perdido, su frustración, su condena de vivir marginado.

Una noche, cuando ya estaba media ebria, un tipo que la andaba mirando desde hace un buen rato, se le acercó y le dijo “¿Cuánto cobras mamita…?”. Se quedó fría, sin saber qué decir, “En ese momento me dieron ganas de golpearlo, insultarlo, de matarlo… pero no sé por qué le dije que sí”. Cincuenta soles, fue todo lo que dijo. “Digamos que esa noche quería tirar con alguien, pero además de eso, quería tener dinero para seguir bebiendo a la noche siguiente”.

Así comenzó. Luego de ese primer cliente vinieron otros, la tarifa se redujo: “No sé por qué ese tío pagó tan caro, o debí haberle gustado mucho –me dice sonriente- o debió ser un gran huevón”. Su precio oficial es treinta soles.

-¿Por qué Paseo Colón?

-Ni siquiera yo misma lo sé… o bueno sí lo sé: al comienzo, cuando recién me iniciaba, estaba sola, sin ningún ‘papi’ que me cuide, entonces se me acercó Jaime y me propuso protección: de los tombos, de los choros, de las otras putas… él escogió Paseo Colón. Pero luego Jaime se convirtió en un abusivo y nos quitaba más plata de la que debía... así que todas las que le dábamos algo nos quitamos y lo mandamos a la mierda… quiso asustarnos con sus matones, pero no le hicimos caso. Ahora nos administramos solitas, no le damos nada a nadie y ya sabemos defendernos de los choros, los tombos y las otras…

-Entonces se puede decir que estás feliz con esta vida…

-No me jodas… esta es una vida de mierda, no se la recomiendo a nadie, pero qué vamos a hacer… seguir para delante no más, no hay de otras.

Sonríe. Esta es una risa irónica, de desilusión, probablemente el mismo gesto que la ha acompañado toda su vida. Esa incierta vida que acompaña a parias como ella.

Mensajes (Fernando Delgadillo)



Recorro a diario una franja de costa
de arena blanca de sol y de sal
que golpea eternamente noche y día
el oleaje del mar.

Aquí he venido a dar por accidente
para afrontar la existencia y azar
que lleve el náufrago de sus anhelos
y la tempestad.

Mis caminatas se han vuelto el objeto
de cada mañana que salgo a buscar
en la distancia la vela de un barco
que algún día vendrá.

Le di por nombre “la Isla del Olvido”
y entre otras cosas me puse a juntar
la variedad de formas de botellas
que abandona el mar.

Y así encontrando ya hace mucho tiempo
en una de ellas me hallé esta señal:
“sigo esperado por ti cada ocaso
en el mismo lugar”.

La nota no tenía firma ni fecha
como tampoco marcaba un lugar
e imaginé que encontraba en el mundo
otro náufrago más.

“Sin tiempo y firma y de ninguna parte
te salgo a buscar”,
decía el mensaje en la misma botella
que devolví al mar.

Así mi vida en la Isla del Olvido
adonde cantan las olas del mar
abandonando maderos sin tiempo
y sueños sin hogar.

De arena blanca en la noche estrellada
de luminosas mañanas sin más
que andar dejando en la arena mis huellas
que el mar borrará.

Siempre esperando el ala de una vela
que me quisiera a su viaje invitar
hallar los restos de aquellos
que ya no han vuelto a navegar.

Se sigue aquí sólo que hace algún tiempo
que extrañamente he empezado a encontrar
mensajes de otros naufragios que han visto
una vela en la mar.

Y así como ellos llegan a mi playa
cada crepúsculo vuelvo a lanzar
a un mensajero nombrando un anhelo
que tarda en llegar.

Junto con unas palabras de aliento
que escribo a quien las pudiera encontrar
en el mensaje que en esta botella
confiamos al mar.

agridulce velada

un café muy azucarado
ha de endulzarnos la tarde
en que bajo tus sonrisas de estudiante analítica
te revele algunas pesadillas
pocos ideales
muchas utopías

un intento de disculpa
será el pretexto para desnudarme
delante tuyo o de ti
muy poco importará entonces
si existen diferencias
miraremos nuestras rosas rojas
y nos descubriremos del mismo bando

te narro la vieja historia
del hombre que duerme desnudo
me narras la nueva historia
de la niña que camina nocturnamente por parques
disfrutamos de una agridulce velada

hay un pacto silencioso
y silente
hay un ideal común
y en comunidad
hay una idea

revolución

Tus vidas pasadas...

A Jimena...
esta noche te he recordado, a ti y a tus dulces sueños de actriz profesional.

***

Usted suele hablarme de las vidas pasadas. Con su tul sobre la cabeza recorre los pasillos del colegio feudal donde nuestros ancestros nos matricularon. Los ejercicios cotidianos de nuestra conversa van desmitificando las perspectivas que teníamos uno del otro, y bajo el aromático café nocturno, usted me habla de sus vidas pasadas.

-Yo fui la mujer que mató a Atila, querido Os. Yo fui esa mujer desterrada, que se acostó con el asesino de su padre solo para matarlo, que le ofreció lo mejor de su cuerpo, que se entregó enteramente al salvaje pagano que no tuvo piedad en desvirgarla, que guardó celosamente en el ano el veneno que depositaría en los labios del maldito, para luego cortarse el cuello con la misma navaja que sus hermanos le entregaron cuando niña. Porque para eso vivió, para matar al poderoso, para vengar a su muerto…

-Pero mujer, Atila no murió de esa forma, dicen que lo asesinaron las huestes romanas, en su noche de bodas, camuflados como servidores del huno.

-Hay… tú siempre tan complicado… déjame soñar ¿sí?

-Bueno…

Te recoges el cabello (cómo amo que hagas eso). Te recoges el cabello y tus hombros quedan al descubierto, esa fina masa canela que tanto ansié tocar hace un tiempo… ¡demonios!, que tanto ansío tocar ahora mismo. Sonríes, con tu coquetería acostumbrada, rozando tus manos con las mías, aspirando uno de los últimos cigarrillos de esta cajetilla pagada por ambos.

-Aunque tal vez tendría que haber sido Janis… ¡Sí! ¿Te imaginas? Ese vozarrón aquí -te tocas el cuello… el fino cuello que posees y que tus dedos recorren lentamente como indicando a mi lerda vista que los precise, que los grave, que me extasíe con y en ellos-, justo aquí… y habría estado en Woodstock, ante miles de personas que gritaban mi nombre, ante miles de hombres y mujeres que fornicaban entre todos, consumían y bebía con quienes querían y sólo se dejaban llevar por la armonía musical…

-Pero Jime… la última vez que probaste algo de hierba te colgaste, no parabas de llorar, sabes que te agarró bien feo esa vez…

-Hay… no me hagas recordar eso, que fue bien feo… en todo caso yo cantaría no más, no le entraría al lance… esa vez fue culpa de Rodri…

Te quedas en silencio. Ambos sabemos que sólo lanzabas por Rodrigo ¿no? En fin, a mí me agrada saber que ya no estás con él, que lo terminaste porque te era infiel (“gran novedad”). Pero que todavía te guste, me hiere y lo sabes, por eso prefieres no hablar de él delante de mí, por eso te quedas callada y no dices nada acerca de él, prefieres seguir hablando de tus vidas pasadas.

-Mejor hubiera sido un hombre… a lo mejor así se me facilitaban las cosas ¿no crees?

-Lo dudo, la vida es igual de jodida cuando eres hombre o cuando eres mujer…

-Sí, eso es lo más atinado que has dicho en toda la noche…

-Ja, vamos… no jodas…

-Te jodo… ja, ja, ja ¿Sabes qué?  En el fondo te gusta que te moleste…

Me quedo callado. Es cierto, mi pedantería infantil me lleva a molestarme por cualquier broma o burla, pero contigo es distinto… me desarmas, me arrebatas esos cristales donde oculto mi personalidad.

-A veces hubiera querido ser cualquier otra persona, no importa si hombre o mujer, pero cualquier otra persona menos esta que soy ahora… a veces hubiera querido ser una dulce paloma banca, para que cuando los niños del kínder me vean les digan a sus mamás: “mira má, allá va la paz”. También quisiera haber sido un arbolito que da sombra, una fruta prohibida, tal vez una serpiente tentadora… cualquier cosa, lindo… cualquier cosa menos esta mujer desolada que no puede amar ni ser amada…

Empiezas a llorar, yo enciendo el último cigarrillo y trato de consolarte… pero no puedo, esta vez ya nadie te consolará… lo lamento.