Niña-mujer.


TU SONRISA HA CAMBIADO
(S.R.D.)

El polvo y tiempo acumulados
sobre tu esperanza se olvidaron de ser.
Se han ido fugando de tus ojos,
dándole sitio a luces propias de una mujer.

Por eso tu sonrisa ha cambiado
algo en este invierno, que ya no pasará
sin luz —como todos los inviernos—
tenaz —como todos los inviernos—
fugaz —como todos los inviernos—
estás desafiando a la ciudad,
a aquella señora que hace bien el café,
al manso marido que despierta a las seis
y al tonto reloj del rey.

No sabes cuánto de subversivo
vive en una sonrisa que no quiere comprar
y cuánto de muerte hacia el pasado
que se incrusta en los dedos,
cual resto de humedad.

La historia choca contra tu saya
y se hace remolinos que huyen del amor,
como se dice que huyen los demonios
de las estancias crueles para el odio.

Bendita está tu risa.
Amén.


Niña, con tus buenas noches y en tus sonrisitas de angelito desvalido,
hoy he descubierto -atemorizado y sorprendido- a la mujer que ya empezaste a ser.

¿Qué pasó con tus muñecas de trapo, con tus algodones de azúcar y tus peluches de napa?

Las Barbies se van a molestar, mis besos ya no te gustarán, lloraré tu abandonada infancia.
Entonces los pajarracos se comerán nuestros postres, ya no se podrán cantar las mismas canciones, no querrás dormir junto al pelucón-barbudo.

¿Qué se convertirá en tu pasatiempo? ¿Música, hombres, dibujos, libertad o apasionamiento?
Es una lástima que ya no pueda cambiarte la ropa. Será una lástima que ya no te ayude cuando te bañas. Será una lástima que ya no me necesites para nada. 

Mujer, niña-mujer, aún te estaré esperando para que me elijas la ropa, me arregles la camisa y me calientes la comida -sabes que soy inútil para esas cosas-. Aún extrañaré los paseos frente a la ventana, el capachún nocturno, los gritos de mamá despertándonos, gritándonos, previniéndonos...

Espero que en ese tiempo, niña-mujer, me siga gustando andar contigo tanto, como ahora...


Comentarios fáciles o Post que pretendía ser un comentario (en mi mismo blog), pero que resultó demasiado grande y lo convertí en entrada...


Demonios, para los que asiduamente leen este blog (por pena, por simpatía o porque no tienen algo mejor que hacer -creo yo que es la primera alternativa-) les diré que tengo la solución perfecta para que sus entradas publicadas se bombardeen, rebosen, exploten de comentarios...
Ayer entre las 11 y las 12 de la noche ingresé a algunos (para ser sincero ingresé a varios... no, más bien a bastantes... a demasiados) blog´s -dispénsenme los eticosos del lenguaje (Moisés Azaña) por esa rayita que no tilda nada (barbarismos del inglés que no sé -probablemente tomando como fuente la academia bilingüe a la que asiste Medrano-)-. Decía que ingresé a las bitácoras virtuales de algunos bloggers y comenté humildemente algunas de sus entradas que llamaron mi atención.

La vida de un estudiante es sacrificada (esta frase no es mía y por supuesto, no la comparto, pero es necesario que se adicione al eXcrito para entender mi sacrificio madrugatorio). Tuve que levantarme temprano (10 de la madrugada) y salir disparado para el antro que tengo por universidad -bendito recinto de claustros añejos que ¿enseñan? más de lo debido-; en fin, antes de salir -como buen hombre de la modernidad- revisé mi bandeja de entrada, mi conexión con el mundo virtual... sorpresivamente tenía más de quince comentarios en mi blog, en este blog.

Por supuesto que la primera impresión fue de vanidad... "eso de que te comenten, es bien paja" me decía un blogger constante del mismo corralón de estudios. Cierto, cuantas veces no he visto etiquetas y dibujitos medio absurdos (medio patéticos diría) que proclaman que el BLOG SE ALIMENTA DE TUS COMENTARIOS, o el clásico SOLO SÉ QUE PUEDO ESCRIBIR MEJOR GRACIAS A TUS COMENTARIOS... 

Pero sucedió que al leer los comentarios, me invadió cierto desánimo. Esperaba más debate, alguien que me diga por ahí "hermano, por el bien de la humanidad... deja de escribir" o un sincero "no me gustó". Pero todo giraba en torno de elogios y cosas como "´ta bueno este post"(nuevamente se piden dispensas por la rayita a modo de tilde -esta vez diré que es por la influencia gaucha del Martín Fierro, que estoy leyendo-), y cosas así por el estilo.

Finalmente, esta es la recomendación: Si desean que su blog se llene de comentarios, de seguidores, de elogios constantes y muchas veces trillados... visiten los blogs de desconodos, escríbanle algún comentario (usen buen floro para que queden impresionados) e instantáneamente, tendrán repleta su entrada.

***


Por favor, estoy buscando a un valiente blogger (de preferencia -por cuestiones estéticas y libidinosas- que sea mujer) para pelearme con él (o ella, si la situación es perfecta, que es mucho pedir)... 

REQUISITOS: que tenga sentido del humor -uno verdadero, no como el mío-, que sea verdaderamente crítico -que coloque más que "´ta bueno"-, que emplee su tiempo en escribir necedades y que se tome la molestia de hacer caso a los contra argumentos de un melancólico delirante como yo.



Es cierto
Hace mucho que no me resbalan lágrimas
Hace mucho que no se me ve llorar
Pero
Créanme
Yo lloro mucho

Mi llanto es distinto
Sin agua salada
Sin agua dulce
Sin esperanzas pasadas

***

Sobre tus cristales rotos, se edificarán los sueños fucsias que cosiste la otra noche junto a mi solapa. Sobre ese parche azul, mis poemas revelaran tu adicción orgásmica a la vida. Sobre tus alas de mariposa liberada por sus plumas, renacerán las utopías que escribiremos mañana.

***

Bailo
Sin saber cómo ni porqué
Rezo
Como cuando niño
Juego
Para aprender a conocer
Leo
Para liberarme de un tal vez
Vivo
Para nuevamente caer

NECESITO (Sui Generis)


Necesito alguien
que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo

Que ponga tachuelas en mis zapatos
para que me acuerde que voy caminando
y que cuelgue mi mente de una soga
hasta que se seque de problemas
y me lleve...

Y que esté en mi cama
viernes y domingo
para estar en su alma todos los demás
dias de mi vida

Que me quiera cuando estoy
cuando me voy, cuando me fui
y que sepa servir el té, besarme después
y echar a reir

Y que conozca las palabras
que jamás le voy a decir
y que no le importe mi ropa
si total me voy a desvestir..
para amarla

Necesito alguien
que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo

Si conocen alguien asi,
yo se los pido
que me avisen porque es asi totalmente
quien necesito..

Ella no permite que la bese.



(A Eli, dondequiera que estés… sé que me estarás esperando para jugar en y con tu espalda)

Ella permite que los largos vellos que cuelgan de mi mentón ausculten su cuello; además le agrada que con mis manos acaricie el pedazo de piel –suave, encantadora– que queda libre entre el corto polo y el jean apretado que suele usar. Le gusta que succione sus orejas, que mis palmas se junten a las suyas. Siente con mucho agrado el gélido contacto que la hebilla de mi correa provoca en su ombligo descubierto. Pero ella no permite que la bese.

Me increpa insistentemente el que fume mucho, le molesta mi cabello desgreñado, mi barba puntiaguda y mis monólogos estúpidos. Yo trato de hablarle de mis sueños, de esas canciones que no tienen melodía, de los cuentos que jamás termino, de la forma precisa en que hay que matar al monstruo… pero ella no me entiende. Me interrumpe los versos (pregunta mucho las palabras que no conoce), se burla de las metáforas (“No pues hombrecito… ¿Cómo va a ser eso de que la gente tiene vendas, muletas y no sé qué más…?”), se aburre de los veredictos y de las sentencias.

Aún con todo, se cuelga de mi cuello –es más baja que yo– y me dice algo así como “no me dejes”, “no te vayas”, “no te olvides de mí”. A veces se queda callada mucho tiempo, con la mirada perdida; luego empieza a entonar esas músicas que le gustan. Suele contarme sus problemas, sus miedos, sus esperanzas.

Pregunta mucho. Sobre dios –dice que es bautizada por los cristianos–, sobre arte –no sé por qué cree que sé mucho de ese tema–, sobre orgasmos –me jode constantemente con el “hecho” de que seré su primer hombre (como si eso fuera verdad… ni siquiera permite que la bese)–. Le gusta que le diga que se ve bella, que ese polo le asienta, que aquel jean le va bien, que esas sombras y ese delinear en sus ojos la hacen más sexy. A mí me gusta sin sombras, sin rímel y sin lápiz delineador, me encanta verla por las mañanas, con su cabello despeinado, con esos restos de sopor en el rostro, mejor si tiene alguna lagaña en el párpado o alguna marca en la cara, de esas que te quedan por dormir mal. Ella, por supuesto, se horroriza que me guste así.

Hoy la he visitado. Desde la ventana de su cuarto se asomó con el cuerpo envuelto solo por una toalla azul. “Espérame hombrecito… ya salgo”. Tomó cerca de media hora en arreglarse, media maldita hora en la que me fumé ocho cigarrillos (aproximadamente a cuatro minutos el cigarrillo). Salió deslumbrante, se lo dije y me regaló uno de esos abrazos que tanto amo. Caminamos por la ciudad (esa ciudad que detesta y que jura no volver a pisar en cuanto haga dinero y se largue de aquí), le conté mis últimas penas, mis recientes desengaños, la última modalidad que se me ocurrió para matar al monstruo; ella como siempre se rió. 

Casi al final me prometió mantenerme en el futuro –dedujo brillantemente que un hombre que quiere ganarse la vida escribiendo cuentos, artículos, novelas o algo así, no va a tener ni dónde caerse muerto–, con las únicas condiciones de que por las noches juegue con su espalda (yo le dije que podría jugar con todas las partes de su cuerpo, pero ella solo aceptó que sea con su espalda), de que le escriba esas palabritas “que suenan bien” (versos, mujer, se llaman versos) y de que deje el cigarrillo.

Al final se despidió de la misma manera con que lo hace desde que teníamos trece años. Me besó el cuello, la frente, los ojos, las patillas, la nariz, los pómulos y hasta la barba… no me besó los labios, como hubiera querido yo.

Se alejó diciéndome “te quiero, lo sabes”. Yo encendí el último cigarrillo de la noche y me fui. A lo lejos escuché su voz, gritándome “deja de fumar hombrecito”. No volteé a mirarla.



Recuerdo claramente como solía hostigarme con ese tonto juego de reflejarme la luz solar a través de su espejo. Por ese entonces aún éramos dos adolescentes que se creían superiores a sus coetáneos, discutíamos de si nos declarábamos católicos o no, de si Cuba era buena o mala, de si tal o cual hombre era noble, bondadoso o virtuoso.

A veces le compartía mis cigarrillos, esos que fumaba a escondidas y a altas horas de la noche. A veces escuchábamos juntos a Silvio (lo descubrimos juntos). Tal vez fue así como aprendí a amarte, con tus ininteligibles charlas de arte contemporáneo, con tus inexpresivas lágrimas, con tus torcidas pasiones por hacerlo bajo la lluvia de agosto.

Luego nos distanciamos, a mí me prefirió Literatura, a ti, Soledad. Descubrimos mundos raros, extraños. Hicimos algunas proclamas, dimos algunas sugerencias y nos largamos de allí. De vez en cuando nos reencontrábamos, siempre con la intención de comprender los sistemas, de planear su muerte, de soñar la precisa manera en que caería.

Aún seguiremos viéndonos... aunque ya no estés ¿verdad que sí?

Descreer (alegato de un cómico delirante a una surrealista con tendencias literarias)


"Envídienme: he vivido y ahora me voy a morir satisfecha…" 

De una conversación con Égona, en su máxima expresión nocturna…

***

Descreer. De la tórrida mañana que me levanta. De los nocturnos cigarrillos frente al monitor. Descreer de tus manos, de la música que poco tiempo atrás me invitó a redactar estas diatribas.

Descreer de la raza, de la lluvia que humedece esas lágrimas que me hiciste sentir, de ella y de él. Descreer de los caminos, del aire y del inexistente Dios. Descreer de mí.

Descreer cotidianamente de los colores que raya tu nombre, de tu existencia de negra mujer que se esconde bajo el surrealismo de Bretón, de Moro, ¿de Dalí?

Descreer de lo que aquí escribo, de estos tiempos sombríos, de los placeres que debo olvidar, de la tranquilidad con que debo afrontar esta época.

Descreer de las luchas, de las organizaciones, de la paz y de la guerra. Descreer -estúpidamente- de las manos que humedecieron tu coraza, de la saliva que penetró la otra noche tu concupiscencia.

Descreer de tu infidelidad, de tus besos con extraños, de la mirada perdida de la chica que no se pierde fácilmente. De tus poemas, de la sicodelia de Janis, de la esperanza del Fito, de la ira con que recibo tus cariñosos golpes.

Descreer, de la muerte, de la resurrección, de la infinitud de la historia, del socialismo salvador, del hombre menguante, del capitalismo atroz. Descreer.

De ese pedacito de pan que nos comemos a escondidas (si nos descubren, nos lo quitan), de esos lápices que solo escriben elogios al monstruo, de esas voces que solo entonan libaciones, más no gritan y proclaman libertades.

De mi guitarra sin cuerdas, de mi flauta desafinada, de esa zampoña que jamás aprendí a tocar, de mis pelos desgreñados, de mi sexo, de mi piel. De mi alma, de la ética que vendí a buen precio, del alimento que siempre desecho, de los concejos de él, de las frases cariñosas de ella.

De las enseñanzas, de las putas que te enseñan a sobrevivir, del licor que me enardece el espíritu, del tabaco barato que ilumina mis penas. De las reformas, de las mujeres, del amor, del estudio, de uno mismo.

De ti, de mí, de nosotros. Descreer, descreer… y no creer.


Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad...

Yo pretendía escribir algunas líneas para Gabriela, diversificando la gama de necesidades que me provoca ella y sus poemas, pero no pude. Las palabras se me distorsionaron, los sentimientos afloraron, la posibilidad fue traspasada por la realidad…

Yo quise escribirle algo a Allison, ese módico esperpento que se esconde bajo la belleza de un cuadro de Guayasamín y que ilumina muchos de los malos versos que descompongo. Pero la música de Fito fluyó -esas melodías siempre fluyen- y me sentí distinto, encendido por la luna que no había, con ganas de llorar por las penas que no poseo, con ganas de terminar esos cuentos que siempre dejé inconclusos.

Yo intenté escribirle algo a L., con quien las tardes son dulces, lejanas, extrañamente buenas. Pero el olor del tabaco, mi manía habitual de  agitar la pierna velozmente y suspenderla al cabo de un rato, y las descargas de Charly  (Las hijas de las lágrimas), confabularon para que perdiera el hilo, la madeja, la pita de con que estos párrafos suelen atarse.

Decidí escribir sobre la mirada remota, perfecta, dulce y diabólica de Paula, esa mirada donde ya varios milenios hace que ando perdido, donde siempre puedo encontrar armonías… Decidí escribir acerca de las dudas de Europa Roja, de su -probablemente el único- miedo a sí misma, de su encantadora firmeza y decisión… Decidí escribir sobre una lejana y bien recordada amante de mis quince años, mujer con nombre bíblico que profetizó muchas de las situaciones que hoy sobrevivo (sus caricias, sus faldas a cuadros -azul y amarillo-, sus molestias por mi siempre atrevida y descarada tardanza, aún se extrañan)… Decidí escribir de mi amor por los hombres del futuro, por aquellos que llorarán nuestras torpezas, por esos que juzgarán benévolamente nuestros desaciertos, nuestros climas, nuestros cigarrillos y cafés.

Yo quise escribir sobre mucho… pero no logré escribir nada. Mi mano, esta puta y metálica mano, me traicionó. Paralizó mis ideas, ocultó mis argumentos. Me quedé sin temas, sin imágenes, sin ganas.

Lo único que me quedó fue redactar aquello que me venía a la mente, sin procesar, sin revisar concienzudamente las líneas excritas, sin meditar lo que plasmaba. Solo vomité, expelí lo que sentía, las frustraciones que la música interna me mandaba.  “Porque escribir es eso webón, vomitar lo que uno tiene adentro, sacar lo más íntimo, lo que interiorizamos en lo más recóndito de nosotros”, Franz-en-grises, muchas veces tienes la razón.

***

La mujer que alguna vez me negó la realidad de sus fantasías, se me presenta esta noche con una guadaña y un libro. Una guadaña para segar los fétidos olores que mi piel suele adquirir en la rutina veraniega. Un libro -sucio y en blanco- para escribir todas las porquerías que se suelen pensar entre las tres y las seis.

(aún-extrañamos-la-tarde-remota-en-que-nos-llevaron-a-conocer-sus-manos-aún-sentimos-el-aire-rosándonos-la aflicción-aún-encantamos-los-corazones-con-los-papelitos-que-guardan-los-secretos)

El amigo que proclama libertades la otra noche se derrumbó: lloró hasta el amanecer, ebrio de dolor, sobrio de esperanzas. Ni siquiera sus Ruinas circulares lo salvarán.

(un-sueño-claro-he-estado-soñando-lo-voy-rememorando-lentamente-una-pesadilla- probablemente-haya-sido-la-misma-alucinación-que-a-diario-se-me-presenta-en-sueños-…-no- esta-vez-ha-sido-algo-distinto-este-sueño-se-ha-presentado-de-manera-insólita- no-se-parece-en-nada-a-las-pesadillas-que-habitualmente-tengo-de-manera-inesperada-el-recuerdo-se-me-ilumina-por-completo-mi-mente-puede-distinguir-con-claridad-los-rincones-que-hasta-hace-un-momento-me-parecían-confusos-recuerdo-que-estuve-soñando-sí-pero-en-el-sueño-…-en-el-sueño-también-soñaba)

Los días de aserrín que el tío me hace padecer: levantarse antes del amanecer, tomar un puto y abundante desayuno que no termino, para luego al mediodía, morirme de hambre y desear comer los trozos de pan que dejé. Maldiciones, putamadreadas… esos días ya desaparecieron.

(tener-que-soportar-tu-estúpida-mentalidad-de-niña-ingenua-mierda-me-cansé-de-esperarte-de-aguantar-tus-solemnes-e-inexpresivos-silencios-de-aparentar-que-aún-que-aún-…-mejor-olvida-lo-que-dije-que-al-final-estas-relaciones-solo-terminan-angustiándome-pero-por-qué)

A ella le gusta que la miren, le encanta la manera como su cuerpo va seduciendo miradas, cómo sus carnes van provocando erecciones brutales en los interiores de esos seres que ella manipula a su antojo. “Porque yo me tiro a quien quiera… escúchalo bien, me tiro a quién quiera y me importa un pito que tú no quieras ¿qué te habrás creído?”

(si-solo-entendieran-esta-emoción-que-me-consume-que-me-violenta-que-se-apodera-de-mí-pero-que-no-es-mía-yo-no-poseo-tanta-pasión-como-para-dar-nacimiento-a-esta-emoción-proviene-de-más-allá-de-otros-tiempos-de-otras-generaciones-es-una-herencia-de-las-épocas-pasadas-de-los-que-vivieron-en-el-inicio-de-los-tiempos-sombríos)

Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad...