Ella no permite que la bese.



(A Eli, dondequiera que estés… sé que me estarás esperando para jugar en y con tu espalda)

Ella permite que los largos vellos que cuelgan de mi mentón ausculten su cuello; además le agrada que con mis manos acaricie el pedazo de piel –suave, encantadora– que queda libre entre el corto polo y el jean apretado que suele usar. Le gusta que succione sus orejas, que mis palmas se junten a las suyas. Siente con mucho agrado el gélido contacto que la hebilla de mi correa provoca en su ombligo descubierto. Pero ella no permite que la bese.

Me increpa insistentemente el que fume mucho, le molesta mi cabello desgreñado, mi barba puntiaguda y mis monólogos estúpidos. Yo trato de hablarle de mis sueños, de esas canciones que no tienen melodía, de los cuentos que jamás termino, de la forma precisa en que hay que matar al monstruo… pero ella no me entiende. Me interrumpe los versos (pregunta mucho las palabras que no conoce), se burla de las metáforas (“No pues hombrecito… ¿Cómo va a ser eso de que la gente tiene vendas, muletas y no sé qué más…?”), se aburre de los veredictos y de las sentencias.

Aún con todo, se cuelga de mi cuello –es más baja que yo– y me dice algo así como “no me dejes”, “no te vayas”, “no te olvides de mí”. A veces se queda callada mucho tiempo, con la mirada perdida; luego empieza a entonar esas músicas que le gustan. Suele contarme sus problemas, sus miedos, sus esperanzas.

Pregunta mucho. Sobre dios –dice que es bautizada por los cristianos–, sobre arte –no sé por qué cree que sé mucho de ese tema–, sobre orgasmos –me jode constantemente con el “hecho” de que seré su primer hombre (como si eso fuera verdad… ni siquiera permite que la bese)–. Le gusta que le diga que se ve bella, que ese polo le asienta, que aquel jean le va bien, que esas sombras y ese delinear en sus ojos la hacen más sexy. A mí me gusta sin sombras, sin rímel y sin lápiz delineador, me encanta verla por las mañanas, con su cabello despeinado, con esos restos de sopor en el rostro, mejor si tiene alguna lagaña en el párpado o alguna marca en la cara, de esas que te quedan por dormir mal. Ella, por supuesto, se horroriza que me guste así.

Hoy la he visitado. Desde la ventana de su cuarto se asomó con el cuerpo envuelto solo por una toalla azul. “Espérame hombrecito… ya salgo”. Tomó cerca de media hora en arreglarse, media maldita hora en la que me fumé ocho cigarrillos (aproximadamente a cuatro minutos el cigarrillo). Salió deslumbrante, se lo dije y me regaló uno de esos abrazos que tanto amo. Caminamos por la ciudad (esa ciudad que detesta y que jura no volver a pisar en cuanto haga dinero y se largue de aquí), le conté mis últimas penas, mis recientes desengaños, la última modalidad que se me ocurrió para matar al monstruo; ella como siempre se rió. 

Casi al final me prometió mantenerme en el futuro –dedujo brillantemente que un hombre que quiere ganarse la vida escribiendo cuentos, artículos, novelas o algo así, no va a tener ni dónde caerse muerto–, con las únicas condiciones de que por las noches juegue con su espalda (yo le dije que podría jugar con todas las partes de su cuerpo, pero ella solo aceptó que sea con su espalda), de que le escriba esas palabritas “que suenan bien” (versos, mujer, se llaman versos) y de que deje el cigarrillo.

Al final se despidió de la misma manera con que lo hace desde que teníamos trece años. Me besó el cuello, la frente, los ojos, las patillas, la nariz, los pómulos y hasta la barba… no me besó los labios, como hubiera querido yo.

Se alejó diciéndome “te quiero, lo sabes”. Yo encendí el último cigarrillo de la noche y me fui. A lo lejos escuché su voz, gritándome “deja de fumar hombrecito”. No volteé a mirarla.

7 comentarios:

JAIME SAINT dijo...

No la conozco, no sé si existe, pero esa mujer me cae bien.

Manongo Blue dijo...

ella
en sí es un cuento
parece algo mágico
de esos seres mágicos bellos q en el fondo idean planes macabros..
salu2
PD: se podria decir q tiene algo parecido a la maga

égona dijo...

esa tía parece salida de los cuentos de gabriel g. márquez, a mí también me cae bien y jamás la he visto, pero hay mujeres que existen y sin verlas es como que te dejan idiota
(mentally)

Oswaldo Bolo Varela dijo...

Tal vez ella sea una ilusión, el reflejo de una solitaria mujer que se esconde bajo su gigantesco sombrero...



(Por cierto... ¿qué demonios quiere decir kraxpelax?)

S0y la Que No Buscas dijo...

Maravilloso escrito, mágico y sobre todo eso, esta la coincidencia de que nunca entrega el tan preciado beso, digo coincidencia porque se de otra historia parecida pero a la vez muy diferente!!


Un saludo y gracias por el comentario!

Atte. Mujer Extraña

Gabriela Parra dijo...

Kraxpelax es un comentario spam, basura cibernetica.

aroma dijo...

mujer
abre tus
labios
como un capullo en primavera....
vamos!
andale!