C R E E R ... ¿en qué?

A Alfredo, como casi siempre: 

“…Habrá que creer, habrá que creer
en Cristo, en la paz o en Fidel.
Habrá que creer, habrá que creer
en algo o en alguien tal vez…”

Alejandro Filio
“Habrá que creer”

 

Se podría creer en seres sobrenaturales que lo pueden todo, que es de simpleza común para ellos el destrozar naturalezas, mutar humanos, designar destinos, sacrificar cuerpos. Pero no sucede así, nosotros rechazamos la aceptación  casi natural de aquellos que se proclaman protegidos por personajes inexistentes, ficcionarios de historias ciertamente fabulosas. Se rechaza y se niega la subsistencia de divinidades paradisíacas, egos infernales, alados asexuados, arcángeles celestiales, dioses olímpicos, sátrapas gloriosos.


También deberíamos entregar la pureza de nuestra creencia -católica y erróneamente llamada fe- a aquellas personas que encaminaron un tiempo, una idea; que revolucionaron la historia, que dinamitaron tanto sectarismo, tanto abuso. Ídolos de la muchedumbre, que con sus nombres se armonizan cánticos de esperanza, de buen futuro. Héroes del pueblo -de los sectores marginales a los que se les debe creer todo- que luego gobernarán, diputarán, joderán. Gran fracaso. Aquellos hombres que por dichos o por hechos fueron venerados tanto, no deben olvidar que casi iban solos, cuando conquistaron la emoción que ahora es de todos. No debe olvidar –aquel mortal que ahora es festejado, respetado- por qué es que le quieren, por qué hoy es proclamado por encima de otros seres.


Incluso en sentimientos, pasiones y sensaciones podríamos –y hasta deberíamos- creer. Recuerdos subjetivos que determinan algunas ilusas y constantes situaciones. Confianza en lo que se siente y no en la que se piensa. En lo instintivo, en lo prematuramente  relativo. La tristeza del ayer, la melancolía del amor perdido, el alegre retoño en abril, las dulces manos de ella, los ojos preciosos de aquel que te miraba tanto, la excitación que palpitó en tus manos cuando desabrochaste eso, la sensación extrasensorial que experimentaste la otra noche cuando te descubriste íntegramente, la incertidumbre del futuro, la fuerza en la voz de Joplin, la belleza en los versos de C. C., la ironía con que lees, la terrible incredulidad que ahora me embarga.  Podríamos creer en esto, en eso y en aquello, pero los sentimientos, las pasiones y las sensaciones son poca cosa para seres tan complicados como nosotros.

 

Y si no se creen en dios con su unicornio azul, y si tampoco se cree en la mujer que dirigía aquella protesta apasionadamente juvenil, y si tampoco se cree en el irónico, funesto, utópico y tan doloroso amor… ¿En qué se ha de creer?

5 comentarios:

Gabriela Parra dijo...

Me gusta la idea de creer en UNO MISMO.

Gabriela Parra dijo...

Ah, lo olvide...

A proposito de creer, le invito a leer.

http://fade-tofadeaway.blogspot.com/2008/09/as-lo-creo.html

Helí dijo...

no sé porque... tu post me ha puesto bastante nostálgico U_U

Gustavo Ochoa Morán dijo...

¿Es que se puede creer en el hombre, en lo ajeno, o en los fervores cada vez más superfluos de éste?

Nunca llegamos a conocer en la vida siquiera nuestra propia complejidad, o peor, darle una respuesta.
Es el combate dentro del esmirriado lenguaje de la existencia.

Oswaldo Bolo Varela dijo...

Gabriela:

Cierto... uno puede y hasta debe creer en uno mismo, pero ¿eso basta?


Helí:

De repente ud. se ha visto representado en tanta incredulidad.


Sfumato:

Sí, es un constante, arduo e imperecedero combate contra nosotros mismos.