Un mal poema de DESAMOR

Rastro alguno, ya casi, no me queda: Tu apariencia de belleza, aproximadamente ahora es, un sueño de algún intervalo que creo haber tenido. Alguna vez: ninguna es.
De repente –ya sin miedo- mi rancia idea de haber fundádote una república es simple falacia inútil, lerda, desquiciada.
De nuestros cuerpos, la casualidad amorosa, no ha sido más que la cobarde imitadora de las putas novelescas de contemporáneo apego; errabunda y libertina se nos ha mostrado rebeldona, ésta hija nuestra.
Tú tan callada, yo tan hablador, terriblemente sincera, humanamente mentiroso; dos creaciones hechas para opacar al mismísimo DIOS, del cual te hablaba tanto: ¿Recuerdas?
No recuerdo, finalmente, en que peldaño te perdí, sólo sé que al regresar no estabas, ahora no te mostrabas, no existías ya; pero, sin embargo, hubo algo de mí que aún buscarte intentaba: llamarte me apetecía. Amarte, me impacientaba.
Y ya sé que no bastará decir que “hice todo lo posible”: Sabes que no lo hice, pero, todavía ahora -siendo ya, demasiado adelantado el tiempo, mostrando ahora, la perfecta superación de los números, descubriendo al fin la ciencia al dios…- pretenderé establecer una equivocada razón de la inespacial fe que no he querido mostrarte en mis agitaciones púdicas: Toda no será.
Y será pues como no escribió el propietario, que al principio el todo lo fue todo, y que
-malditamente- la nada siempre siguió, sigue y seguirá siendo el todo…

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